Su sombra es negra y densa, con un manto que atrapa y conduce al oprobio. Los supuestos hacedores de lo público le temen por su capacidad de transfiguración, porque aparece cada cuatro años bajo diferentes perfiles, motivado siempre por los lamentos silenciosos de aquellos que parecen invisibles para sus señorías. Cuentan, los que quieren verlo, que se manifiesta en el Parlamento como varón de 51 años, sin estudios, desempleado de larga duración y con importantes cargas familiares; también como ectoplasma soberbio del trabajador que cotiza su pobreza salarial con 340 euros, teniendo claro que "por ahí se empieza".

El hecho constatable es que un fantasma mora en el hemiciclo, un espectro errante que rinde cuentas y se transforma en los 603.000 canarios afectados por la exclusión social. Esa misma aparición es la que purga y recuerda que el 6,9% de los canarios no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos dos veces en semana; el espíritu que se desgañita evocando la miseria que sufre el 22% de los hogares que han dejado de comprar medicinas sacudidos por los problemas económicos, o los sustentadores, traicionados por el Gobierno y los sindicatos, que se tragan su pudor para formar en las colas que reparten el pan en la España a color. Es el análogo de la extinta clase media que vigila el regalo de las tabletas a los parlamentarios mientras que casi un millón de familias han tenido que cortar internet para reducir gastos.

La aparición en el Parlamento es caprichosa, y no se olvida del 1% de las personas que comparte su ciclo vital en las chabolas, junto al 2% de las infraviviendas que no tienen agua corriente, baño completo o frigorífico. Frente a la demagogia terrenal y los diálogos ultraperiféricos entonces entre Inés Rojas y el doctor Chil y Naranjo, la barca de Caronte que cruza el órgano electo demostró que la exclusión en el Archipiélago no es consecuencia directa de la crisis, sino del modelo de gestión: dos tercios de la población ya estaban en situación de exclusión antes de 2007.

A día de hoy, al cerrar las puertas de la sala, algunos trabajadores aseguran oír voces infantiles que preguntan por qué donde ellos juegan existen 136.000 niños bajo el umbral de la pobreza. No obstante, tras desvelarse que la identidad del espectro responde al nombre de informe Foessa, la dura realidad determina que las caras de la pobreza no aparecen exclusivamente en albergues lejanos y comedores sociales de otra dimensión, sino que están aún más cerca. Fréderic Chopin nunca estuvo en el Parlamento, pero su cita debe remover conciencias en una tierra que pocas veces aprende de sus errores: "Toda dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará nuestro reposo".

@LuisfeblesC