Desde mi más remota infancia -que ya quisiera yo que no lo fuera tanto-, recuerdo esta expresión popular para justificar una acción o solución imposible. Cuando se perdía toda esperanza de un logro se solía recurrir al famoso tío -indiano supuestamente rico- que residía en la capital de la Perla de las Antillas en tiempos de Batista, porque después, con la llegada del comandante, los tíos ricos tuvieron que emigrar a Miami y fundar la Pequeña Habana, pese a que ahora ondee de nuevo la bandera yanqui, después de 54 años, en la Embajada estadounidense de Cuba.

Así, pues, fueron muchos los tíos ricos que contribuyeron antaño a paliar las carencias en unas islas que, tras la conquista, históricamente han vivido sucesivas etapas de hambrunas y pobreza. De todo ello hoy sólo quedan algunos dichos como la del tío en La Habana citado, incapaz hoy de resolver entuertos familiares o colectivos, por pérdida de capacidad crematística.

Aclarada, pues, esta expresión verbal, hoy casi diluida entre las nuevas generaciones de móvil y whatsapp, me adentro en una constante reivindicación, hasta ahora caída en saco roto, al ayuntamiento lagunero y su dejación para resolver un problema surgido hace más de diez años, y que afecta a una zona concurrida del núcleo de Bajamar. Me refiero a la inestabilidad del acantilado anexo al edificio Nautilus, antes hotel y hoy comunidad de vecinos, con sus permanentes derrumbes, especialmente en días lluviosos. Igual que el famoso proverbio chino, esta Casa publicó en su portada, el pasado 3 de junio, la fotografía del amenazante corrimiento de tierra que se va amontonando junto a los pilares maestros del edificio y afectando al paseo litoral, que termina justo en dicho lugar, a falta de su continuidad hasta la peligrosa playa de El Arenal. Lugar de paso de surfistas que desoyen la prohibición del Consistorio.

El que esto escribe, en calidad de representante afectado, se ha entrevistado a lo largo de estos años con los ediles responsables de la zona, así como de Vías y Obras, con resultado infructuoso. Hace poco tiempo, el abogado de nuestra comunidad nos hizo partícipe de la sentencia por la que se insta al Consistorio a responsabilizarse del derribo inmediato de unas construcciones ilegales en lo alto del acantilado, erigidas para alojamiento del personal del antiguo hotel. Sentencia a la que han hecho caso omiso, pero que se hubiera tenido que resolver por la vía de urgencia, de haber sido responsabilidad de la Comunidad -la metáfora del embudo y quién ostenta la parte más ancha-. Si con todo ello, más un oficio reciente enviado por nuestro abogado, siguen haciendo oídos sordos, qué no hará el concejal de Servicios Municipales para desatender la petición que le hice, de resolver un desescombrado previo del talud, más un reforzamiento de cemento proyectado y la colocación de una nueva malla en sustitución de los restos de la antigua, para que no tengamos que lamentar alguna desgracia sobre el edificio o cualquier transeúnte.

Estimo, por la gravedad de la amenaza progresiva de derrumbe, que esta obra es prioritaria por encima de un decorativo árbol "wi-fi" en La Punta, o el inmediato parque canino que se está construyendo junto a la urbanización Lagunamar, para gozo y disfrute de sus dueños. ¿Hará falta aludir al tío en La Habana, o tendremos que reencarnarlo en algún responsable del Consistorio lagunero? Por favor, dejen a un lado los personalismos y las rivalidades partidistas e impongan soluciones inmediatas que beneficien a sus administrados.

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