Una frase resume la intensa media hora vivida la mañana de ayer en la parte final de la chicharrera playa de Las Teresitas: "Tres tortugas tienen más poder de convocatoria que todo el Ayuntamiento de Santa Cruz". Lo confirman las 300 personas, sobre todo niños, que se "apretujaron" para ver devolver al mar, en una acción de la Fundación Neotrópico, a tres ejemplares atendidos en el Centro Insular de Recuperación de La Tahonilla.

No eran cuatro como los "cinematográficos" artistas del Renacimiento, sino tres. Ni siquiera tenían nombre, pues en su "hogar" durante algo más de un mes le ponen un número. Nada de Ninjas pues pertenecen a la especie de las bobas (Caretta caretta) . Y no era la primera vez que se hacía en la isla ni en Canarias. Pero la expectación, incluida la mediática, superó todas las previsiones.

El último vídeo en las redes de una tortuga llena de sangre a la que sacan una pajita de plástico en el Caribe pudo influir. Tal vez fuera el verano o ver a un alcalde, José Manuel Bermúdez, remangado en la orilla -y con barba hasta final de agosto-. Cabe la posibilidad de que no hubiera nada mejor que hacer. Pero el caso es que los curiosos se arremolinaron, móvil en ristre, para ver el espectáculo.

Protección Civil habilitó una valla para separar a la gente, aunque el alcalde y los concejales Zaida González y Carlos Correa mostraron los animales a todo el que los quiso ver. A dos hubo que cortarles las aletas, efecto del "maldito plástico" que se les enreda.

Alguno se llevó la bronca porque los niños no veían. Todo se arregló con la "agachadilla" en la arena. Luego, aplausos y vítores cada vez que una "boba" entraba al agua y protocolo superado con mezcla en la orilla de cámaras, voluntarios, políticos, niños, abuelos... Algunos las siguieron nadando hasta más allá de la escollera. En libertad.