Canarias se empobrece en comparación con la riqueza del conjunto del Estado. Desde 1999 hasta 2014, la renta media per cápita en el Archipiélago ha caído 11,7 puntos porcentuales con respecto a la media nacional. La diputada nacionalista canaria, Ana Oramas, ha lanzado las cifras de pobreza de las Islas como un puñal sobre los Presupuestos Generales del Estado que se debaten este mes. Hace quince años, la distancia entre la renta media de los españoles y la de los canarios estaba separada por apenas 2,3 puntos. La brecha se ha ampliado vertiginosamente en menos de dos décadas y desde 1999 hasta hoy nos hemos alejado hasta el 14% menos.

Pero claro, esto de las cifras sobre Canarias ha dejado de ser un escándalo a fuerza de repetirlas una y otra vez. A nadie se le mueve el pelo cuando un periódico titula que tenemos setecientas mil personas consideradas carne de cañón para la exclusión social. O trescientos y pico mil parados que ni encuentran trabajo ni es probable que lo encuentren en lo que les queda de vida. Que tenemos los sueldos más bajos de España (que a su vez tiene sueldos de los más bajos de los países desarrollados). O que tenemos una de las cestas de la compra más caras del Estado.

Leemos todo esto y es como si a los canarios les resbalara el asunto por un pelaje hecho de resignación, acomodo y al final yo paso de todo y me voy al Heliodoro para aplaudir al Tete.

Antes de que llegara la crisis ya estábamos con signos de que aquí había algo que no funcionaba bien. En pleno ciclo expansivo de la economía, la distribución de la riqueza en Canarias no funcionaba de una forma razonablemente justa. Cuando llueve no se nos mojan las papas lo que tendrían que mojarse. Y cuando llegó la depresión económica cogió a una sociedad debilitada, endeudada y empobrecida. Durante este tiempo, la política del Gobierno español ha sido la de recortar las inversiones y gastos públicos a través de recortar a todas las autonomías. A las más pobres y a las más ricas. Si a esto se le suman más de cuarenta subidas de impuestos, es fácil determinar que estemos como estamos. Pagando más y recibiendo menos. Más pobres y peor tratados.

Los diputados nacionalistas canarios en las Cortes podrán escupirle a Rajoy todas las cifras que quieran, como que el Estado invierte en Canarias 123 millones por debajo de la media española, que nos financia con 800 millones menos del coste efectivo de los servicios o que no se cumple la Ley de Régimen Económico Fiscal. Subir a la tribuna y quejarse es lo que hacen todos. Incluso los catalanes, que este año recibirán casi tres mil millones más de financiación como "premio" a que se hayan pasado por las nalgas el objetivo de déficit público de la Hacienda española. Es lo que tiene ser el tipo más fuerte de la discoteca, que al final te ponen las copas gratis.

A los canarios, sencillamente, nos van a escuchar más o menos amablemente, nos dirán que ya hacen mucho por nosotros pagándonos el diferencial de la luz y la mitad de lo que cobran las compañías aéreas por el billete a Madrid. Que no nos quejemos tanto y que, por supuesto, somos una parte tan entrañable y tan española de España que nunca, oye, nunca, te lo juro por la funda de Snoopy, nos van a olvidar. Y una palmadita en el culo y vuélvase al escaño. Pero la realidad es que mientras en todo el país se invierte una media de 244 euros por habitante, en Canarias apenas llega a 186 euros. Así que la palmadita en el culo ya se la podrían dar los señores del gobierno a sus señoras progenitoras.

El problema de las islas es que cada vez dependen más de un sistema cuya vida agoniza. El modelo de redistribución de rentas entre los territorios en España toca a su fin. Producimos un 35% por debajo de la media de la Unión Europea de los ocho países líderes, donde figura España. No sólo somos pobres, sino que nos hemos acostumbrado a serlo. A poner el cazo en Bruselas y Madrid. Necesitamos despertarnos de un estupor suicida y año tras año el despertador de la pobreza suena y suena y suena... Y nadie se despierta.