En las décadas de los cincuenta y sesenta, El Hierro padeció la sangría poblacional más severa de su historia. La isla contaba escasamente con cuatro mil habitantes, y para que se proyectasen ideas que produjeran estímulo a los herreños, esto era como una aventura frustrante, pero motivó que algunos, con el esfuerzo de muchos, lograran poner en el camino de la realidad lo que soñaban.

Uno de estos impulsores del bienestar de los vecinos de La Caleta fue mi tío Amadeo. Y es que cuando los pueblos retrocedían o se estancaban, alentarlos a realizar obras, aunque fueran pequeñas, se hacía imprescindible para favorecer la convivencia.

A tal fin se constituyó una comisión Pro- La Caleta bajo la presidencia de Amadeo Ayala, para que este pueblo marinero tuviese sus fiestas, su virgen, su plaza y mejoras en su accesibilidad.

Esa vía que desde la carretera que enlaza Valverde con el Tamaduste divisábamos, abajo, en La Caleta , llamaba la atención por la perfección de su trazado, que hizo posible que aquel viejo camino se convirtiera en una avenida donde se invirtieron durante años tiempo y trabajo.

Recordamos la ausencia de barrenos para romper los riscos, lo que tuvo que hacerse empleando marrones, picos, palas, guatacas, alguna que otra carretilla y las manos, muchas manos desinteresadas que se habían empeñado en contar con un trazado que dignificara el lugar. Y se logró, decidiéndose por unanimidad que esa calle llevara el nombre de Amadeo Ayala. Como así fue, aunque más tarde su nombre desapareció por algún que otro desvarío político.

Las verbenas del verano eran necesarias para disfrute de los vecinos y de los pueblos del Tamaduste, Echedo y los que habían quedado en Valverde, y por eso un nuevo empeño para la construcción de una plaza. Y la plaza se hizo, apareciendo los altavoces donde también las guitarras de los hermanos Abreu se dejaban oír con su maestría de siempre.

Y la procesión del Carmen, después de la misa, que atraía a aquellos que no concebían una fiesta no solo con las verbenas y los ventorrillos, sino también con la procesión.

Y luego, la pista que abrió el Cabildo a instancias de la Comisión, que ya dejaba el acceso mas o menos confortable.

Aquellos años de entusiasmo colectivo fueron el origen del desarrollo de La Caleta , desde sus piscinas, acceso al mar, la construcción de apartamentos y viviendas, que le dan una prometedora imagen a aquel pueblo marinero.

Pero sin Amadeo Ayala y la colaboración de todos, esto no hubiese sido posible. Y los pueblos que caminan por la senda del agradecimiento, y el herreño lo es, deben tener una referencia simbólica de aquel y de aquellos que trabajaron para esa realidad de La Caleta actual.