En un extremo de la sala de operaciones, junto a un fregadero, llama la atención una especie de cartón pluma blanco sobre el que reposa una decena de anzuelos. Los hay aparentemente nuevos y otros oxidados, cogidos con nailon o hasta con alambre; pero todos bastante grandes. Y con una misma procedencia: han llegado a La Tahonilla incrustados en el cuerpo de alguno de los animales que allí son atendidos.

Como su nombre indica, el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre (CRFS) La Tahonilla, perteneciente al Cabildo de Tenerife, es un espacio en el que se rehabilitan animales heridos -con cierta frecuencia recogidos por particulares-. En 2014, la cifra global de asistidos fue de más de 2.500 este año, y sin contar las pardelas cenientas, que suponen una cifra significativa -1.800 en el ejercicio anterior-, y van por 940.

Ubicado en la carretera general de La Esperanza, el centro ambiental cuenta con 24.000 metros cuadrados en los que se incluyen varias zonas, aunque la gran protagonista es la instalación en la que se realizan las labores de recuperación animal, bordeada por un pasillo diseñado para las visitas de escolares y otro tipo de grupos, sobre los que se realiza una labor de concienciación ambiental.

Según explica el veterinario Santiago Mayans, a los jóvenes se les conciencia antes de entrar de que no es un zoológico y de que, por tanto, no se puede hacer ruido ni molestar. Y es que en la mayoría de jaulas y estancias sobre las que giran los visitantes hay animales convalecientes de accidentes o hasta de intervenciones quirúrgicas, realizadas en un quirófano por el que pasan alrededor del 10% de los "huéspedes" de La Tahonilla.

En la primera de las habitaciones se producen ratones, unos 3.000 al año, que sirven de alimento para algunas de las especies que allí se recuperan. Enfrente se ubica la sala de operaciones, con recursos como un cuarto de rayos X. Un poco más adentro, la unidad de cuidados intensivos (UVI), con unas jaulas beige en las que, el pasado viernes, y entre otros, un halcón se recuperaba de la fractura de un ala. Le sigue lo que los profesionales que allí trabajan -que son seis más tres voluntarios que acuden tres días por semana-denominan "la cocina", donde tienen instaladas neveras y lavadoras para preparar la alimentación y lavar distintos enseres.

Buena parte de lo que se hace en este singular hospital es programado desde una pizarra ubicada en ese pasillo central que atraviesa un recinto cuyas habitaciones exteriores -las que pueden ver los visitantes desde unas ventanas- tienen nombre de espacios naturales (Taucho, Ifonche, Tágara, Rasca...). Diez en total, a las que hay que sumar las interiores. Un jaulón de vuelo, mallado en su parte superior, y en el que halcones y otras especies realizan su rehabilitación, rodea el edificio.

Sin embargo, y a pesar de que es la más sorprendente, en esa instalación central, inaugurada en 2011, no termina La Tahonilla. A efectos de espacio, en sus miles de metros cuadrados la flora cuenta con un peso aún mayor. Según apunta Ángeles Llaría, bióloga y perteneciente a la Unidad de Biodiversidad, allí se efectúa todo el proceso de cultivo de especies autóctonas, con las que más tarde se hacen repoblaciones y restauraciones, se desarrollan sesiones de divulgación o se destinan a la venta.

Si bien está ubicado a no muchos metros en línea recta de la pista de aterrizaje de Los Rodeos, este espacio se convierte en un oasis con entre 70 y 80 especies propias de toda la Isla y que se cultivan tanto en el exterior como en invernadero. El resultado del pasado año fueron nada menos que 30.000 plantas producidas.