En uno de los últimos años de la presidencia del alegre Zapatero, se rechazó en el día del orgullo gay de Madrid la presencia de la delegación israelí. Evidentemente no existe tal delegación en Palestina. No hay ni parecida libertad en ambos territorios. Cualquiera que haya visitado Tel-Aviv se habrá quedado boquiabierto por el número de homosexuales de los dos sexos que pululan por la ciudad. Se trata de una de las mecas gay en el mundo, como San Francisco. En ese ranking me da que no esté Madrid.

Los vetados no eran colonos de Cisjordania, sino gays. Gays con un estigma: judíos. No soy capaz de imaginar entre el público del boicoteado Matisyahu en Benicasim (luego obligado a ser readmitido ante el escándalo mundial) a esos colonos bailando sus canciones, y dudo que los ultraortodoxos le permitieran entrar en su barrio, Mea Shearim de Jerusalén. El caso es que este cantante rapero ni siquiera es israelí, sino judío americano de Pensilvania. Pero ¿no habíamos quedado que no se trataba nunca de antisemitismo, sino antisionismo israelí?

Para despejar cualquier duda, fue al único, el marcado, al judío al que se le exigió declaraciones políticas, a modo de una limpieza de conciencia e ideas; de sangre sería hoy excesivo. La España eterna está hace tiempo en manos de una izquierda sin ideas, que reconociéndose incapaz de generar ningún programa de desarrollo y bien común, trata de evitar todo tipo de males con prohibiciones, boicot, discriminaciones, cordones sanitarios, es decir, a costa de la mera noción de libertad individual. Solo les queda distintos males que extirpar, así de carcas son. La izquierda emergente y postcomunista ha logrado constituir el sector menos instruido, perdido e ignorante del universo político. Aunque en Carmena, Colau o Compromís prime la estupidez sobre la ignorancia.

Es muy improbable, dado el nivel intelectual de esta nueva izquierda, que pueda saber que Matisyahu, el judío rapero de Pensilvania, se había acercado al jasidismo, un equivalente del pietismo protestante alemán, piedad basada en la intensa espiritualidad, la alegría y la música, nacida en Europa oriental en el s. XVIII, mucho antes de la existencia del "Estado sionista", buscando el misticismo hebreo. Otra casualidad más, aunque vayan todas seguidas. Es demasiado plural el mismo Israel, no digamos los judíos. Hay palestinos israelíes, drusos, pacifistas (como los escritores Amos Oz, Yehoshúa, David Grossman), ateos, partidarios de dos Estados, muchísimos gays y judíos reformados, seculares... Frente al odio compacto, impaciente y vigilante de parte de la izquierda española.