La creciente agitación social, en formato antitaurino, no parece surgir espontáneamente ni desarrollarse con la naturalidad que se pretende aparentar.

Cualquier observador neutral, desinteresado y bien informado puede percibir que hay algo organizado y manipulador, desde intereses ajenos a la sensibilidad humanitaria hacia los animales en general y especialmente con el toro de lidia, en relación a otras especies más desfavorecidas.

Se intensifican progresivamente movimientos a partir de declaraciones y decisiones políticas, con el argumento fácil de una crueldad subjetiva, cuya intensidad depende del morbo impreso en las pancartas reivindicativas, que son abrigo de tendencias que también arremeten contra los demás símbolos españoles: banderas, himnos y pitadas irracionales.

Explicación razonada: se crea un problema donde no lo había para aprovechar soluciones en beneficio de las ideologías organizadoras; distracción: provocan una convulsión puntual para camuflar los verdaderos problemas reales creados por su propia inoperancia; gradualidad: poco a poco; pues la prohibición radical daría lugar a una reacción poco aprovechable por demasiado contundente; diferir: proyectan la erradicación a largo plazo para que la gente la vaya asimilando (o eso creen); dirigen el discurso en términos infantiloides, tratando al público como a criaturas de corta edad para limitar su capacidad de entendimiento; aplicanel aspecto emocional en lugar de la reflexión. No interesa el debate. Es el fundamento del pretendido éxito en esta estrategia; alimentanla ignorancia que procede del desconocimiento. No hay espacio para el uso de razón; son complacientescon la mediocridad, para debilitar capacidades de reflexión inteligente; refuerzanla autoculpabilidad, para que los más pusilánimes vayan formando líneas de choque; conocena la masa mejor que la propia masa se reconoce a sí misma. Así pueden moldearla a su conveniencia.

Un decálogo bien estructurado de técnicas de propaganda ideológica manipuladora, que aquí parece cumplirse punto por punto.

Sería absurdo plantear debate: "toros, sí; toros, no", e intentar compartir valores e ideales entre una facción y otra. El blindaje emocional impide "escuchar" otras razones que no sean las propias.

Sin pertenecer a una ni otra, como observador equidistante, me decantaría por los de siempre: las buenas gentes del mundillo del toro, hoy resignadas ante el acoso sistemático (al que no le guste, que no venga); por los grandes toreros, depositarios de intensos valores morales ajenos al resto; y sobre todo, el toro bravo, una maravilla de la creación, icono de una religión pagana desconocida para la parte adversa; venerado y respetado por aquellos que conocen el auténtico valor de un animal cuya estampa representa la grandeza y gloria de la que, por fortuna, España sigue siendo principal exponente.

Me inclino hacia este lado, a partir de un somero y lejano conocimiento de la tauromaquia (dos veces he acudido a una plaza), por el rechazo estético y moral que me inspira la excesiva virulencia de los activistas supuestamente humanitarios que, sin recato ni respeto, insultan impunemente como "asesinos" a toreros y aficionados; que cuelgan imágenes truculentas de graves cogidas refocilándose con lo de que el toro también sufre. El colmo es el grave trance sufrido en Huesca por Francisco Ribera. Con qué crueldad y ensañamiento se le está tratando en algunas redes sociales. Creo que son actitudes que se descalifican solas y anulan su supuesto ideario...

Mi aprecio, admiración y respeto por la tauromaquia de Goya, García Lorca, Picasso, Andrés Amorós o José Tomás. Deploro el toro de la Vega.; las salvajadas pueblerinas de reses maltratadas; los activistas sin argumentos que recurren a la truculencia, al morbo y a la violencia moral y física. Y algunos cazadores que matan por placer y sin riesgo -no comparto su pasión y hasta me repugna, pero la respeto mientras no se infrinja la Ley-.

Creo que hay conciencias de buena fe, demasiado vulnerables a la manipulación que afecta a sentimientos y emociones contra el sentido común y el uso de razón (no pasa solo en el ámbito antitaurino). Los medios de comunicación son cauce y vía para el éxito o no de estas demoledoras campañas de desprestigio urdidas desde intereses espurios.

A mí no se me engaña con tanta simpleza.