Dedicado a mi madre, que mira hoy al infinito sin poder recordar el ayer

La historia de la aviación regional en Canarias está llena de siluetas de aviones antiguos, con unos perfiles que han quedado plasmados en la retina de quienes amamos el mundo aeronáutico. Son fotogramas que podrían relatar sin palabras el desarrollo del transporte aéreo en nuestro archipiélago, a modo de película muda con subtítulos escritos entre nubes y claros.

Aunque mi oficio no es escribir, recurro a mi condición de aviador enamorado de esta tierra para tomar los mandos del teclado del ordenador y dejar aquí unos renglones de homenaje al DC-7, hilvanados con pespuntes de una vida profesional dedicada a conducir otro gran avión, el ATR-72.

En la primavera de 1953 estaba todavía en el vientre de mi madre, supongo que soñando con poder pilotar algún día uno de aquellos DC-7 que el 18 de mayo de ese año salía de la cadena de montaje para realizar su primer vuelo. American Airlines amplió su flota con este nuevo modelo de la Douglas Aircraft Company, que podía transportar hasta 105 pasajeros de costa a costa de Estados Unidos en ocho horas. Nacía el mejor avión de la época para distancias largas, dos meses antes de que una madre que ahora no puede repasar sus recuerdos diera a luz a su hijo mayor; ese que ahora les dice: señoras y señores pasajeros, bienvenidos a bordo en este viaje de recuerdos emocionantes.

A finales de los años sesenta vi por primera vez un Douglas DC-7. Estaba con mi padre cerca de la cabecera de pista de Los Rodeos, donde pasábamos horas viendo los aterrizajes de los aviones de Dan-Air, Monarch, British Caledonian y otras compañías chárter que llegaban a Tenerife Norte. Una tarde las nubes comenzaron a volar lentamente sobre la pista, apareciendo por Guamasa y cubriendo en pocos minutos el lugar elegido para nuestros avistamientos.

Minutos después escuchamos un ruido de motores, que iba aumentando de volumen poco a poco. De repente vimos un avión enorme pintado de blanco y azul, envuelto por la neblina. Era un DC-7 Seven Seas de Spantax que en aquellos años cubría trayectos interinsulares. La imagen y el sonido de una máquina bellísima dieron fuerza al noviazgo imaginario que desde niño mantenía con la aviación, decidiendo tomar la ruta de la enseñanza militar para lograr algún día que mi amor platónico se hiciera realidad. La Bukker, el T-6 y el DC-3 fueron mis primeros romances aeronáuticos, a los que siguieron el Fokker, el DC-9 y el Boeing 727.

Y por fin llegó el sueño de poder volar por aquellas rutas que el DC-7 cubría en mis años de adolescencia. Hace ahora veinticinco años pasé de Iberia a Binter como piloto al mando en los ATR-72, un turbohélice robusto, seguro y eficiente, con unas características técnicas que le han hecho el mejor avión comercial para distancias cortas. Nuestra flota está modernizándose continuamente, revisada día a día por Bintertechnic, una empresa modelo en el área de mantenimiento de aeronaves. Poder pilotar un ATR, con la seguridad y eficiencia que ofrecen sus prestaciones, es convertir esta bella profesión en un "hobby", disfrutando a la vez de los paisajes de nuestras islas y del cariño de los clientes fieles que van a bordo de estas "aeroguaguas" que unen el Archipiélago.

Han pasado 62 años desde el primer vuelo del DC-7, edad próxima al pase a clase pasiva. Binter ha querido hacer un homenaje de prejubilación al legendario avión EC-BSQ (ahora BBT), que mira a los cielos de Gran Canaria desde el aeródromo de El Berriel. Un elegante traje nuevo, confeccionado con patrones tomados del uniforme corporativo de nuestros ATR, hará que este gran avión de los años cincuenta conserve el verde y el blanco de nuestra empresa como simbolo del desarrollo de una compañía que es "la marca canaria" del transporte aéreo.

¡Felices aterrizajes!