La ley de la Memoria Histórica no es otra cosa sino un intento de venganza de los perdedores de un fratricida enfrentamiento que ellos mismos provocaron, y cuyo resultado final fue la división entre los españoles. Lamentablemente, casi ochenta años después de aquel fatídico 18 de julio de 1936, y aun viviendo en democracia con una Constitución aprobada en 1978, siguen erre que erre con su sed de venganza, tergiversando lo acontecido o inventando sucesos y hechos que deben darnos ejemplo de lo que hay que desterrar u olvidar.

Zapatero y sus compinches en mayoría, ante una acomplejada derecha, son los responsables de sacar adelante esa nefasta ley, que solo ha servido para abrir unas heridas que no dejan cicatrizar, y que hace que aparezcan en el panorama nacional nuevos personajes llenos de odio que no intervinieron ni fueron afectados, y ni siquiera les quedan familiares que lo hubiesen vivido. Por suerte, todavía quedamos españoles con la memoria intacta y un poco de sentido común, que no deseamos más enfrentamientos, aunque lo que se avecina con Cataluña vaya camino de ello.

Viví aquella triste postguerra de dificultades, y sin ser del régimen, ni estar afiliado, ni compartir sus ideales, muchos españoles fuimos capaces de salir adelante, crear nuestras familias y buscar soluciones a los problemas del día a día. El sistema político impuesto no fue tan malo como resaltan algunos ni tan bueno como destacan otros. Ningún procedimiento político es perfecto, todos tienen connotaciones positivas y negativas. Algunos dicen que con Franco se vivía mejor, pero no es totalmente cierto, pues en realidad no existía otra cosa y o aceptabas o te enfrentabas creándote más problemas, como los que ansiaban y pedían a gritos más libertades, menos control o poder manifestar su opinión. Creo que esa misma libertad que solicitaban se ha convertido a la larga en más libertinaje y ha anulado los valores inculcados, sobre todo la honestidad, y ha dado facilidades para estar siempre en disposición de delinquir. Ha sido una puerta abierta para las malas andanzas.

Entiendo y respeto que para aquellas familias que no saben dónde fueron a parar sus seres queridos se les permita toda clase de ayudas para encontrar sus restos, pero defiendo que sea de ambos bandos. Las pérdidas humanas no son solo de un color político.

Ahora ha vuelto la moda de acabar con todo signo del franquismo, y cualquier personaje sin el menor conocimiento larga su odio y rencor contra cualquier símbolo que lo represente, y no solo que tenga que ver con el personaje, sino todo lo que se refiera al enfrentamiento. Llevan años intentando derribar el monumento a Franco de la esquina de la avenida de Anaga, cuyo escultor fue Juan de Ávalos. Una preciosa escultura que se construyó gracias a la suscripción popular, y que si no fuera por su estado de abandono estaría dentro del catálogo de los mejores monumentos que se encuentra en nuestra ciudad. En octubre toca desaparecer el monumento de Las Raíces, que pagaron los de Alférez Provisionales con su propio dinero. Continuarán con otras calles y avenidas, pero ¿eliminarán todo aquello que hizo el general García Escámez?

Pitar al Rey o a la bandera es otra moda, y eliminar todos los símbolos borbónicos es ser valiente con sus ideales. ¡Pamplinas! ¿Qué pasará cuando ya no puedan llamar a Barcelona la Ciudad Condal? ¿O cuando el club de fútbol tenga que buscar otra liga en la que jugar?

Lo que ocurre en España es que los políticos no tienen capacidad para resolver los problemas de sus ciudadanos, y por eso se entretienen en minucias. Respetar la historia de nuestra patria es un deber de todos y el franquismo es parte de la misma para bien o para mal. Esta izquierda que no sabe olvidar ni perdonar, que se ocupe de lo importante y que entierre de una vez el rencor, porque ni tienen argumentos ni conocimientos, y cuando han tenido oportunidad de gobernar, acaban llevándonos al caos y arrasando la economía, como hizo Zapatero, quien en recompensa tiene sueldo vitalicio. ¡Y dando conferencias!

Por cierto, que en una encuesta de este medio sobre lo de derribar los monumentos, dan unas cifras que supongo que hará reflexionar a los oportunistas. ¿Se atreverán?

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