De la ingente cantidad de refranes existentes en castellano, me ha venido a la mente este, que no tiene nada de peyorativo, sino que expresa que cuando las aguas del ocio y el descanso laboral o escolar regresan de nuevo a sus cauces, resulta inevitable que cada cual vuelva a sus obligaciones rutinarias. De ahí que veremos cómo el curso político se reabrirá nada más y nada menos que con la próxima entrevista de Fernando Clavijo con Mariano Rajoy. En la que a pesar de haber ido con una mochila llena de reivindicaciones para Canarias y los canarios, que afectan esencialmente a nuestra economía, y que pausan cada día más todos los planes de mejoras que atañen a nuestro bienestar, es muy posible que hoy jueves ya tengamos un adelanto informativo. Que podrá ser una respuesta a la gallega para la galería, o, en el mejor de los casos, algún leve goteo presupuestario para sumarlo a los ya minorados, establecidos como agravio por debajo de la media de las restantes comunidades. Más que nada por la persistente reducción presupuestaria a que nos tiene obligado cualquiera de los gobiernos centrales de turno, sea cual fueren sus siglas. Y es ese empecinamiento en hacer oídos sordos lo que genera en la ciudadanía un escepticismo y un sentimiento de rechazo que se hará patente en las urnas el próximo diciembre. Mas, pese a ello, los nacionalistas no terminan de generar la suficiente confianza como para conformar un grupo parlamentario que fuera, si las perspectivas electorales no cambian, complementario para lograr una mayoría absoluta con el partido más votado; o formando coalición con otros antagonistas que logren sumar el número suficiente de escaños para gobernar y mandar a la oposición a quienes se sientan ahora en la bancada azul.

Estas, y no otras, conforman las reglas no confesadas del juego político, en donde la negociación intramuros juega su baza para obtener logros que serían imposibles en otras circunstancias. La inevitable pérdida de escaños del PP, por sus continuos escándalos de corrupción -pese a que ahora lo intenten lavar con cifras económicas y estadísticas maquilladas con eufemismos- es la circunstancia que hay que rentabilizar para conseguir los objetivos para los canarios; imposibles de materializar en otras situaciones de mayor abundancia numérica. Consciente de la disyuntiva de volver a la oposición, Rajoy y los suyos tratarán de congraciarse con los nacionalismos gobernantes, ofreciendo prebendas de matiz electoralista, para injertarse de rondón en los gobiernos autonómicos en donde no hayan posado hasta ahora sus témporas. Y aunque esto sea una actitud asquerosamente hipócrita, no deja de ser el corolario de una doctrina de conveniencias mutuas. ¿De qué nos vale ser una comunidad que ajusta sus gastos a las exigencias impuestas por el Estado, si el empobrecimiento sistemático de nuestra población nos desplaza cada vez más al vagón de cola del tren estatal? Quisiera equivocarme, pero la conclusión de esta entrevista no va a ser tan fructífera como lo deseable, pese a que sea imprescindible exigir un gesto solidario al Estado que nos gobierna desde la distancia geográfica y desde su insensibilidad histórica. La misma que trajeron hace siete siglos una horda de mercenarios de fortuna, segundones frustrados y aventureros sin escrúpulos, que enarbolaron la cruz como un pretexto para trocarla en espada y esclavizar a los vencidos por la fuerza de las armas y de sus embustes.

Adaptar las instituciones a los hechos supondrá el catecismo de un conservador Rajoy que no querrá ceder el poder a sus rivales, y ese, y no otro, será el momento más propicio para lograr lo que de otro modo sería imposible, a fin de regresar con la mochila con un peso específico mayor que el de los papeles reivindicativos de la ida, más ligeros e ilusorios, que se convertirán en humo a poco que los dejemos en sus manos. Lo dicho, vuelta al inicio de curso, con la peculiaridad de cada persona, ya sea trabajador, escolar o político. O lo que es lo mismo, cada mochuelo a su olivo.

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