En nuestro último artículo sobre las realidades del juego del dominó, comentábamos algunas de las frases más frecuentes que se oyen en Venezuela sobre una partida de este estratégico juego, considerado el segundo juego ciencia del mundo, después, claro está, del ajedrez.

A eso de "mataste mi salida", "no mataste la del contrario" o "no repetiste mi ficha", habría que añadirle otra más perjudicial todavía que las anteriores como es: "Mataste mi ficha".

Acostumbrados a jugar diariamente durante los últimos años, recetado médicamente como una terapia necesaria para nuestra salud, hemos estudiado y experimentado mucho sobre este hermoso juego, que produce íntimas satisfacciones cuando se consigue un compañero con quien disfrutar elaborando las más complicadas jugadas.

En España, el dominó tiene una muy amplia repercusión en la vida social, disputándose anualmente una competición nacional que alcanza desde el más pequeño de los pueblos hasta los más encopetados lugares de su geografía. Auténticos campeonatos que se reflejan en las páginas deportivas de los diarios y que concretamente en las Islas Canarias suponen cientos de equipos de dominó, los cuales están compuestos por doce jugadores distribuidos en seis parejas que se enfrentan a otro contrincante en partidas que tienen la meta de superar los 400 tantos, siguiendo el método tradicional de sumar los tantos de ambos contrincantes, en cada mano jugada, y anotar un tanto por cada decena obtenida. Este sistema, adoptado universalmente, hace que el factor suerte tenga poca incidencia en el resultado final de las partidas, si bien la suerte, como en todo juego, puede desempeñar un papel determinante en algunas situaciones.

Las fórmulas y la corrección entre los jugadores podemos calificarlas de exquisitas, todas regidas por un árbitro que dirige las partidas, apoyadas en un reglamento que también es universalmente conocido. Las manos debajo de la mesa, no hablar para nada, no hacer gestos con el cuerpo ni con la cara, no pensar cuando se tiene una sola ficha para jugar, etc., son las más elementales normas.

Contrasta todo esto que estamos intentado explicar aquí con los sistemas empleados en Venezuela, donde el dominó se radicó como una forma de pasar el tiempo en las reuniones familiares y de clubes sin otros elementos añadidos que no fuesen la "pillería" de engañar al contrario, para lo cual se emplea todo el contenido de las frases que señalamos al principio de este artículo.

Se hace difícil entonces emplear los datos que recoge muy bien, en su famoso libro, Héctor Simoza Alarcón (el Tigre de Carallaca) "Ciencia y arte del dominó", el primer tratado sobre este famoso juego publicado en Venezuela, todo un estudio concienzudo de cómo hay que instruirse para conseguir ser un buen jugador de dominó, si bien este tratadista señala: "No hay buenos jugadores de dominó, sino buenas parejas".

Parece increíble entonces que personajes que parecen ser buenos jugadores de dominó hagan reclamos a sus compañeros sobre la base de las frases que hemos señalados anteriormente. Sus elementales conocimientos no van más allá del pobre significado del "mataste mi ficha", etc.

No podrá entender nunca que si matabas "su ficha" le ibas a dejar entrar todo el juego del adversario, o que podía significar un cierre de la mano con la pérdida de un gran número de tantos...

Estas y otras muchas reflexiones y consideraciones se pueden hacer cuando se han conocido las experiencias de miles de partidas analizando fórmulas y estrategias del juego, siempre partiendo de la base de que es un juego de dos -en el juego por parejas-, no de uno solo.

El respeto y el conocimiento de las 28 fichas, como muy bien indican todos los libros sobre este apasionante juego, deben de presidir siempre nuestra aptitud durante las partidas, entendiendo que "no hay que ganar una batalla, hay que ganar la guerra". Así que obsesionarnos en nuestra ficha de salida cuando lo hemos hecho -como ocurre generalmente con los que apenas saben jugar al dominó- del "doble mayor acompañado" suele ser una trampa que habitualmente empleamos con éxito, cuando nos toca ser el pie de la partida.

Es inútil pensar que podemos corregir defectos en jugadores habituados a "matar la del contrario" o "repetir la del compañero"; hablarles de eso que decía "el Tigre de Carallaca" es lo mismo que predicar en el desierto.

El dominó es un juego ciencia para el que le guste entenderlo sin aspavientos, sin molestarse, con educación, tomándolo como un simple y eficaz entretenimiento que agudiza la mente y puede cultivar una buena amistad. Así es como debemos de entenderlo y practicarlo en este siglo que se ha dado en llamar el del conocimiento y la cultura.