El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife convenció ayer a los dos nuevos residentes del nuevo asentamiento del Pancho Camurria para que se fueran al Albergue. Según explicó ayer a EL DÍA el concejal de Asuntos Sociales, Óscar García, la UMA (Unidad Móvil de Acercamiento) había convencido al hombre y la mujer que quedaban en la zona para quw "se retiraran y fueran al Centro Municipal de Acogida".

Asimismo, también habían accedido a que el personal de Urbaser recogieran todos los enseres que tenían en la zona, añadió. Todo ello de forma pacífica.

"Es una muestra de la coordinación que existe entre las distintas áreas del ayuntamiento", aseguró el concejal. De hecho, en el proceso de traslado y limpieza también colaboraron agentes de la Unipol.

Estas personas provenían de la antigua fábrica de La Celgán y fueron desalojados para la demolición de la infraestructura. Al contrario que otros rechazaron mudarse a los recursos asistenciales que les ofrecía el consistorio y montaron sus precarias viviendas en uno de los accesos al pabellón deportivo.

La proliferación de enseres, ropa y cacharros en tan pocos días se debía, tal y como explicó ayer el edil, a que estas personas acumulan ropa y enseres usados que venden, para subsistir, en El Rastro los domingos. "Había maletas llenas de ropa y chatarra", comentó.

El problema de estas personas radica en que en muchas ocasiones son adictos a sustancias estupefacientes y se niegan a ser ayudados ni acudir a ningún centro asistencial. "Los tenemos que convencer poco a poco", concluyó el edil.

Sin querer personalizar, García explicó que se trata de personas que llevan "mucho tiempo en una exclusión severa" y reconducirlas a un recurso asistencial es un trabajo complicado y laborioso. De hecho, también es frecuente que aunque acepten ir a El Albergue vuelvan después de nuevo a las calles.

María Antonia, enferma y de nuevo a la calle

María Antonia es el nombre de la mujer que ayer fue desalojada. Aunque no se produjo violencia, ella "se alteró mucho" durante el proceso, según explicaron vecinos de la zona que presenciaron cómo "se tiró al suelo a llorar".

Estos residentes explicaron que María Antoncia tiene una historia de drogodepencia a sus espaldas y ahora está en fase terminal de cáncer de mama. "Ella dice que no a todo porque no tiene la cabeza bien y sabe que se va a morir", dijo. Se refería a que María Antonia ayer "estaba buscando un agujero nuevo donde meterse", en referencia a que no pretendía quedarse en El Albergue.

"Los trabajadores sociales tienen que esforzarse más y derivarle a un recurso sanitario para que tenga una muerte digna", opinaron los citados vecinos.

Los residentes en la zona temen encontrársela cualquier día muerta en un jardín, como ya les ocurrió en otra ocasión con otro indigente del Pancho Camurria. "Ella sabe que va a morir y dice que no incluso a la comida que le ofreces", explican.

Estos vecinos, que prefieren permanecer en el anonimato, reconocieron que el desalojo había sido pacífico y que había que hacerlo porque "esas no son condiciones para que nadie viva". Sin embargo, reiteraron, la solución no puede ser que esta persona se busque otro lugar en la calle, al raso.

Los que terminan muriendo en la calle

No es la primera vez que fallece algún indigente residente en las infraviviendas del Pancho Camurria o alrededores. La última fue una ciudadana británica de 53 años, que murió "de causas no naturales". En marzo de este año, también falleció un indigente en un banco de la avenida Pérez de Armas. También Alonso, en 2011, falleció a consecuencia del fuego de su chabola, situada bajo una valla publicitaria con la foto de uno de los candidatos a esas elecciones. Tras el fallecimiento de Alonso, el entonces concejal de Asuntos Sociales, José Manuel Arocha, puso en marcha un protocolo de levantamiento forzoso de inmigrantes. A fecha de hoy se desconoce si se sigue el mismo procedimiento.

Mendoza: "Necesitan un seguimiento diario"

La activista Ana Mendoza opinó ayer que las personas que viven en los alrededores del Pancho Camurria "necesitan un seguimiento diario". En el caso concreto de María Antonia, aseguró que antes vivía en la zona de chabolas, pero no en una de ellas, sino "en un montón tirado" de tablones. "Lo dije desde julio", asegura. Dice, incluso, que ya hay indigentes que están "alquilando" las chabolas y que muchas de ellas tienen perros dentro.