Rafael Bello González tiene 82 años y sigue construyendo con sus manos coches y carros de verga. Continúa doblando las vergas con el mismo esmero con que lo hacía cuando creaba el juguete más deseado por los niños de antes, aunque es consciente de que su afición, que le da vida, desaparecerá con él: "Esto se va perdiendo. Con tanto chino que tenemos -en alusión a los comercios que venden productos chinos de bajo coste-, ¿quién va a hacer un carro de verga?". Él resiste y hoy volverá a abrir su particular concesionario en la Feria de Pinolere.

Empezó a hacer carros y coches cuando "se pasaba necesidad, en la época en la que había que esperar a que la madre abriera una latita de sardinas para poder hacerse uno los reyes. El primero que la cogía, se hacía el carrito, y los otros tenían que fastidiarse".

Al principio los hacía para los amigos, "que iban a robar la verga a las plataneras, alcanzaban un palo con una caña en la espalda, pero venían contentos para que les hiciera el carro. Todos buscaban verga y me la traían".

Tarda una media de dos días, "a ratitos", en terminar uno de sus coches: "Primero hay que buscarle la forma, trabajando con las vergas, y poco a poco se va completando". Sus coches tienen luces y ruedas de suela de lona, aunque ya casi no encuentra ese material. La verga también se ha encarecido. "Antes era robada y ahora el kilo te cuesta 3,50 ebros", se queja entre risas.

Los coches los vende a 20 ó 30 euros, según el tamaño, "pero no hay quien le meta el diente". Vende poco, pero aún recibe encargos: "La gente me pide modelos y antes de que me traigan la foto ya los tengo hechos", asegura socarrón.

Fue camionero durante 42 años, "cuando las carreteras eran todas de tierra, no de piche".

"Cuando me retiré, los amigos me animaron a ir a las ferias de artesanía con los carros. Me animé y pegué a hacer carros y carritos. Esto me tiene mantenido. En la Feria de Pinolere he estado 29 veces", recuerda. Ahora solo acude a la feria villera y a la de Santa Úrsula, municipio donde reside y tiene su taller: "Ya está uno pesado para ir más lejos, aunque tengo previsto durar 100 años", confiesa risueño.

Acude a colegios el Día de Canarias para enseñar a los niños a construir estos juguetes del pasado, pero no ha encontrado un relevo y sabe que sus carros se marcharán con él. Seguirá mientras pueda, porque no ha perdido la ilusión que tenía de niño por crear un tesoro con unos metros de verga.