Que no sé por qué se llama así, ya que cuando se dice algo de él salen a la palestra los tres ayuntamientos que lo "disfrutan": Güímar, Arafo y Candelaria. Y pongo "disfruta" entre comillas por que no parece ser esa la idea de los responsables.

Habría que remontarse a muchos años atrás, a 1973, para situar el comienzo de la gestación de este polígono, si no estoy equivocado uno de los más extensos de las Islas. Quizá por esa circunstancia abarca parte de los municipios que ya he mencionado, pero era preciso adoptar esa decisión -muchos ya dijeron entonces que acarrearía muchos problemas habida cuenta la especial idiosincrasia de los canarios en cuanto a la propiedad compartida-, pues la escasez de suelo industrial en Tenerife era notoria. No estaba todavía creada Asinca, la Asociación Industrial de Canarias, y los empresarios e inversores se las veían y deseaban, ante la falta de suelo industrial, para sacar adelante sus proyectos. Se adoptó, pues, aquella decisión histórica y, en efecto, las previsiones de los escépticos se confirmaron plenamente.

Se podría escribir un libro de muchas páginas con las vicisitudes que han tenido que soportar -y siguen- los propietarios de las industrias y empresas allí instaladas. Siempre se dice que un barco no navega con dos capitanes, así que imaginemos el caos que se produce si los que quieren mandar son tres. Porque los ayuntamientos de los municipios mencionados han sido incapaces de ponerse de acuerdo en lo que al mantenimiento del polígono se refiere. Llevados quizá, o eso me imagino, por el deseo de recaudar todo lo posible mediante cargas e impuestos, no ha sido posible en todos estos años establecer una línea clara que defina no sólo las obligaciones de las partes interesadas, es decir ayuntamientos y propietarios, sino el elemental cuidado que una instalación de 1.200.000 m2 precisa.

Los propietarios, cansados -más bien, hartos- de la desidia municipal, constituyeron en 1998 -¡25 años después!- la Asociación de Propietarios y Empresarios del Polígono Industrial de Güímar, con la esperanza de ordenar el caos que en él a diario se representaba. Jardines (¿?) totalmente descuidados, pavimento lleno de baches y socavones, acerado inexistente, problemas en el suministro de agua, luz y comunicaciones telefónicas, eran entonces el pan nuestro de cada día, pero debido al tesón de la junta directiva de la Asociación gran parte de los problemas se fueron solucionando; me atrevería a decir que a pesar de los ayuntamientos.

Pero si hay un refrán que dice "no hay mal que cien años dure", también debe de haber otro que diga "no hay bien que cien años dure", y prueba de ello es la disputa surgida entre los ayuntamientos de Güímar y Arafo ante la decisión del primero de marcar el límite municipal dentro del recinto en cuestión; increíble, pero cierto.

Si hace unas semanas mencionaba en uno de mis comentarios la absurda discusión surgida entre el alcalde de Santa Cruz y el primer teniente de alcalde de La Laguna, a cuenta de la depuradora de aguas residuales, ahora el verano nos "regala" otra perla para mí inclasificable. No está bien que dos vecinos se peleen al no ponerse de acuerdo en los linderos de sus fincas, pero menos aún lo es que sean los alcaldes de dos municipios quienes se enfrenten públicamente por un motivo que los juzgados podrían fácilmente resolver. Y gracias a Dios, al menos que yo sepa, que la alcaldesa de Candelaria aún no ha intervenido en la disputa "territorial".

Pero ha sido el pueblo quien ha elegido a sus representantes, así que ajo y agua.