Para algunos era su primera vez y para otros el final oficial del verano, pero todos estaban nerviosos: algunos, porque no tenían ganas de separarse de su madre, y la mayoría porque estaba impaciente de reencontrarse con sus amigos de clase y enumerar las aventuras de estos meses. Más de 163.000 alumnos volvieron ayer a las aulas en Canarias -solo tres centros retrasaron su apertura por obras- y 223 lo hicieron en el Centro de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Isabel La Católica, un colegio pequeño, ubicado en plena capital, que gracias a su filosofía basada en la participación ha conseguido convertirse en un referente: muchos padres, primerizos y aventajados, intentan cada año conseguir un hueco para sus hijos.

Hace 35 años el colegio estuvo a punto de cerrar sus puertas y convertirse en un centro social. Desde entonces, los distintos equipos directivos que han estado al frente han batallado para construir una identidad propia que distinga al centro. Los profesores que llegan saben que la implicación es imprescindible. La prueba de que lo han conseguido es que cada año se ofertan 20 plazas nuevas para niños de 3 años, pero la secretaría recibe más de 110 solicitudes. Algunas preinscripciones son para el primer curso de Infantil, pero otras llegan con la esperanza de que algún niño de otro curso se haya trasladado a otro centro y deje su plaza. El director, Samuel Díaz, está convencido de que el factor que distingue al Isabel La Católica frente a otros colegios es la relación con las familias. Realizan numerosos talleres y actividades y, además, siempre disponen de un horario flexible. Han hecho belenes nocturnos y actividades deportivas que se prolongan durante toda la mañana y la tarde y permiten que los padres se apunten a las visitas escolares. El objetivo siempre es el mismo: que la comunidad escolar no esté formada solo, o especialmente, por alumnos y maestros. Las familias son igual de importantes.

También por ese motivo, para conciliar la vida familiar y laboral, el centro mantuvo los servicios de acogida temprana y permanencia a pesar de los recortes. Antes de la crisis era gratis para todos las familias que lo demandaran; ahora supone un sobrecoste para los progenitores. Las subvenciones de la asociación de padres no da para sufragarlos, aunque ayuda.

En estos tiempos de crisis es difícil hacer frente a más gastos. Muchos padres reconocen que la entrada en vigor de la Lomce encarece la educación, porque mucho material no se puede reutilizar. "Tres libros suponen 82 euros", explica la presidenta del Ampa, Luz Mercedes Dorta. "Para otros dos se van a usar fotocopias". En otros cursos más avanzados, dice otra madre, se usarán libros "online", que no son gratis, pero sí, espera, "más baratos". La adaptación a la nueva normativa se irá comprobando los próximos meses. Además de ese reto, la Consejería tiene que terminar de nombrar al profesorado y asegurarse de que los niños tienen un curso perfecto.