Reclamamos de los partidos la capacidad de disciplinar con diligencia y rapidez a sus concejales, alcaldes y cargos públicos y evitar que cada pequeño jefecillo local haga en su territorio lo que a él se le antoje. Y al mismo tiempo que pedimos un ejercicio de control y autoridad del que los partidos son cada vez menos capaces, exigimos que se reduzca el supuesto "poder omnímodo" de los partidos y sus direcciones, que se "democratice" el funcionamiento interno y la selección de puestos orgánicos y cargos públicos, con procesos de primarias abiertos incluso a los no afiliados.

Estamos optando a diario por un sistema de funcionamiento de nuestra democracia, que quizá sea más participativo, pero que tiende a dar absoluta autonomía a los cargos electos, y convierte a los partidos en un mero instrumento para elaborar discursos electorales y preparar campañas. Las antaño poderosas direcciones partidarias -recuerden: "el que se mueve no sale en la foto", de Alfonso Guerra- no son capaces hoy de imponer al concejal de un pueblo pequeño el cumplimiento de una sola directriz. Así, el mapa del poder que surge en Canarias tras las últimas elecciones es una demostración de que aquí cada uno hace en su casa lo que quiere. PSOE y Coalición acuerdan un pacto en cascada y -solo en Tenerife- se producen once incumplimientos graves. El alcalde Bermúdez pacta con el PP, porque ese gobierno le resulta más cómodo. Sandra Rodríguez, despechada por sus exiguos resultados electorales, le entrega la Alcaldía del Puerto de la Cruz al PP y se queda a cobrar. En La Victoria, los socialistas hacen alcalde a un señor del PP al que no había votado nadie, pero pasaba por allí... Los partidos se niegan a reconocer su incapacidad para hacer cumplir sus instrucciones, y gastan su tiempo en interminables reuniones de comisiones de seguimiento que inventan realidades imposibles y las presentan a la ciudadanía como proyectos viables: "Estamos estudiando la reversión de las situaciones creadas", dice un Barragán cualquiera. No significa nada. Porque no es verdad: aquí no se va a revertir nada, porque los que mandan en los partidos quieren seguir haciéndolo y no tienen intención de crearse problemas. El PSOE es especialista en abrir expedientes que se resuelven el día antes de las siguientes elecciones, y Coalición inventa las mejores excusas para justificar sus propias revueltas. Por ejemplo, que lo de Santa Cruz no es un incumplimiento del "pacto en cascada"... ¿No? ¿Entonces qué es? Con los años, se suceden los episodios de traiciones, mala sangre y rencillas viscerales. Lo de La Frontera es apenas un capítulo más de un serial con el único argumento del odio cerril que se profesan Alpidio Armas y Belén Allende. Todo el mundo sabía cómo estaban las cosas y lo que iba a ocurrir. Pero unos señores reunidos en Santa Cruz en torno a una mesa escribieron -el papel lo aguanta todo- que iba a evitarse. ¿Pero cómo, si no hay nadie que mande sobre Alpidio? Ni sobre Belén Allende, que dejó al PSOE fuera del Cabildo y de Valverde.

Esto solo se arregla con liderazgos fuertes que hoy no existen. Ni en el PSOE ni en Coalición. Al final lo dejarán pasar, eso sí, entre dramáticas declaraciones de guerra y amenazas de venganza.