Voy bajando con espanto el cursor en el timeline de mi Twitter mientras van apareciendo como a golpes, titulares e imágenes terribles del éxodo de familias enteras o rotas por la tragedia, en busca de un refugio en Europa. Y el espanto aumenta. Los cadáveres de cincuenta personas naufragando en la bodega de un barco. Otras setenta fallecieron encerradas, atrapadas, en un camión. Miles se agolpan tratando de cruzar una frontera o tratando de coger un tren. Una criatura de tres años yace en la orilla de una playa y su pequeño cuerpo sin vida resquebraja nuestra conciencia. Leo que vivimos la peor crisis humanitaria desde la segunda guerra mundial. No puedo explicar el estremecimiento que me produce tal afirmación.

En estos pocos meses que llevo en Facebook he visto a la gente compartir a cientos las fotografías que comparan esta situación con la que vivieron nuestros abuelos y abuelas víctimas también de la violencia, de la pobreza, el miedo o el desamparo. Gente que busca adhesiones de solidaridad entre las redes de amigos o seguidores, que anima a firmar en una página de rechazo al inmovilismo europeo, que solicita donaciones para hacer llegar alimentos, artículos de higiene o abrigo. Gente que escribe (y mira que hay gente que escribe bien) sobre la tristeza y la indignación que le produce el dolor de los refugiados. Gente que está y se está organizando en cadenas de acogida.

En una web llamada Hipertextual que analiza contenidos digitales, he leído cómo en las últimas semanas ha aumentado el interés mediático y ciudadano sobre la crisis de refugiados. En el texto se cita a Google Trends que es una herramienta que muestra los términos de las búsquedas más populares en el navegador y refleja gráficas donde se puede ver con qué frecuencia se realiza una búsqueda en varias partes del mundo. En España, las búsquedas de los términos "Siria" y "refugiados" se dispararon durante la semana pasada. Google también destaca que la búsqueda de "qué pasa en Siria", "refugiados Siria", "guerra Siria", "acoger refugiados en casa" o "ayuda refugiados Siria" va en aumento. Y en Twitter, uno de estos días atrás, el hashtag #YoSoyRefugiado llegó a ser trending topic, con siete millones setecientas mil impresiones y un alcance de más de siete millones y medio de personas.

El desconocimiento de las consecuencias de la guerra se ha roto en las redes sociales y es una obviedad que el poder de la gente para informar y estar informada se multiplica con la tecnología. Sin embargo, más allá de esto, me ha parecido que se extendía como un grito desgarrador y esperanzado de compasión. No en el sentido de la pena o la lástima, o no únicamente esto, sino en lo que de verdad resulta más potente y transformador: la acción.

Hace algunos meses, el escritor italiano Umberto Eco, desataba una polémica al afirmar que las redes sociales "dan voz a una legión de idiotas" y hablaba de una especie de "invasión de los necios". La participación en las redes, como en la vida cotidiana, no es inmune a la idiotez, ni a la malicia, creo yo. Pero se trata de que sepamos discernir entre un majadero y el sentido común. Y que los comprometidos, los juiciosos, los valientes eleven bien la voz y nos contagiemos de compasión. La compasión que se pone manos a la obra, que actúa, que moviliza recursos, que reclama el cumplimiento de lo justo, que nos sacude de la indolencia y la dejación.

He oído decir que esta fiebre solidaria en la red, más tarde o más temprano, se desinflará. Yo no tengo conocimientos para afirmar esto o negarlo. Mantengo la esperanza en esa conciencia social.

@rociocelisr

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