Una de las consecuencias, quizás la más llamativa, que se extrae de lo sucedido en las recientes elecciones y que puede influir en las generales del 13 o 20 de diciembre próximos, apunta a la situación obtenida por los neonacionalistas en el panorama político del Archipiélago con un presidente organizando lo mismo pero con distintos disfraces y veinte carguitos más. Hemos escrito que a esta formación política le falta una ideología que tendría que apoyarse en una sólida base no contaminada por aluminosis de intereses aislados. Ha resultado totalmente ineficaz que, de vez en cuando, alguno de sus líderes se asomase al escaparate público para transmitir mensajes llenos de aguas propias, de fronteras sur, de región ultraperiférica (más reconocida en Bruselas que en Madrid) y de comunidad fragmentada por el Atlántico. En el fondo y en la superficie, lo que ha primado es el excesivo apego al cemento y a los personalismos (inclinaciones bendecidas por todas las formaciones), que los han conducido a un desprestigio significativo entre la ciudadanía. A tres meses de la compleja consulta electoral, la organización neonacionalista está en la popa. Es más insularista que nunca. Incluso superando la fachada de los tiempos de Manuel Hermoso. No es concebible que determinados personajes hayan sido alguna vez nacionalistas. Lo más, victimistas genuflexos. Tampoco se entiende que sólo les importe una parte de nuestra Comunidad. A esto se ha llegado y reflejado con el bochornoso reparto de cargos atendiendo a compromisos inconfesables con irresponsables ineptos que han dirigido las distintas gestiones hasta convertir a nuestra tierra en una de las más pobres del Estado. Aparte de esta penuria, hay una excepción: el formidable negocio del sector turístico donde se ha producido, impunemente, la subida de precios alojativos y el despido de empleados tapado con contratos a media jornada, obligando a desempeñar más horario con salarios de risa y bajo la amenaza de despido. Esta es la recuperación en el empleo anunciada por el Gobierno Rajoy. Las cifras del mes de agosto así lo denunciaron.

Los tejemanejes que inundan las interioridades de los "populares", los socialistas-obreros y los neonacionalistas canarios, con las impresentables apetencias revoloteando por La Laguna, Lanzarote y El Hierro, conducidas por expertos funambulistas, están propiciando un indeseable desgobierno generador de apetencias, advertidas astutamente por Fernando Clavijo, antes del apartamiento de Spínola y Cruz de la mesa del seguimiento del pacto. Ha sido Patricia Hernández, vicepresidenta del Gobierno (utilizando el palacio presidencial como vivienda particular), quien ha tomado esta extraña decisión sustituyéndolos por dos de sus más próximos colaboradores. Existe, efectivamente, un indiscutible desajuste en el pacto, pero que de ninguna de las maneras debería influir en la trayectoria del Ejecutivo canario (acaba de formarse). Por razones que debe exponer el presidente Clavijo, es necesario conocer la vía por la que circula. Explicar, claramente, las ideas contenidas en un programa que define la dinámica a seguir y borrar para siempre la apatía en la que se traduce vivir de las rentas, además de tener bien presentes los sesenta mil votos perdidos en mayo del actual año.

Si los compromisos entre los dos partidos han tomado este cariz, la representación neonacionalista en el Congreso de los Diputados quedará diluida por los acuerdos entre NC y PSOE. Y si, además, Rajoy triunfa de nuevo, no con la rechazable y dañina mayoría absoluta, en Canarias sí puede formar gobierno con CC (Bermúdez el más visionario) y el apoyo de Casimiro Curbelo ("te espero en la bajadita"), con lo cual los del PSOE lo tienen crudo... a la espera de esa otra oscura maniobra que resulte de la moción de censura presentada en La Frontera y que debe resolverse antes del próximo sábado (Alpidio y Belén no se soportan). Las promesas de Rajoy a Clavijo sobre la reforma económica del REF no deben convertirse en cantos de sirena, suficientemente conocidos por estas tierras y perjudicadas por infinidad de tomaduras de pelo de todos los colores.