Aquella triste noche de sábado abandonó las sábanas sudorosas innumerables veces. Se acercaba el domingo y la madrugada ya le quiso avanzar muchas cosas que en adelante recordaría con pavor. El calor, ese tremendo calor que estaba acompañando el verano que dice adiós, la poca ventilación de la vivienda, la brisa que no está y el sofoco ambiental, que si por el cambio climático o por lo que quiera que fuese..., le apagaban poco a poco la que se había prometido como sonrisa alargada para un domingo muy especial.

El sábado y su oscuridad cargada de fuego acercaban el horror con inicio prematuro en el alba del domingo, y así comprobó, junto a bocanada de aire hirviendo, que por ahora nada de lo dulcemente previsto se iba a hacer realidad. Y eso mismo resultó.

Desde muy temprano estrenó el festivo ineludible de la semana. La mañana no terminaba de despuntar en luz brillosa pero ahí estaba ella, en su cocina destartalada, en busca de un café que se le negaba, por aquello de no apuntar con exactitud lo que quedaba vacío en su estantería de tablas onduladas y ásperas. No pasaba nada. Del café viajó a la infusión y de la infusión a tener que levantarse para abrir, de mala gana y sin pensárselo, aquella maldita puerta.

-Ya voy, ¡coño! Espere un momento, ¡por favooor! -gritó para que se le oyeran todas las palabras-. Menudo día llevo. Y eso que no ha hecho más que empezar. Estoy hasta los ovarios... -dijo en voz callada.

-Buenas, señora. Gracias por abrir con tanta facilidad. Por desgracia esta no ha sido la tónica. Parece que la gente teme muy mucho que le puedan comer la cabeza. No es el caso...

La mujer se había quedado helada, en modo hierático. Por fin, gracias a ese tipejo, tuvo la sensación de hallarse debajo de una cascada de agua procedente del glaciar. Cuando recuperó el aliento, en seguida se calentó y le espetó: "Pero quién coño es usted...".

El hombre, ahora también frío, aprovechó el instante para sacarse el sudor de la cara y, pese a la violencia de aquella mujer, tiró, cual superhéroe, de argumentario de empollón.

-Señora, perdone usted... Solo quiero presentarme y decirle varias cosas... Si es usted tan amable, claro. Me llamo Pepe; sí, Pepe, y estoy aquí para trasladarle, y perdón por la intromisión...; para comentarle que el Gobierno español de Mariano va a ingresarle el 25% de la paga extra aquella que no se le abonó en su día por culpa de ZP y los socialistas, los mismos que hoy se alían con la extrema izquierda del coletas. Y se lo digo así, con una sonrisa en la cara, y que usted lo disfrute y lo recuerde en las elecciones. Y se lo digo por su condición de funcionaria, y para que usted pueda valorar, en toda su dimensión, las cosas buenas que hace el Gobierno español de Mariano, por usted y por España, sin electoralismos ni populismos ni vainas de esas.

La señora, cada vez más encabronada, no sabía muy bien qué hacer: si lanzarlo escaleras abajo, si llamar a la policía o si invitarlo a café. Café no podía ser, pero seguro que este se apuntaba a una cerveza. Cara tenía para eso.

-Pase, pase... Entre, que está en su casa. Siéntese y siga aquí con su monólogo. Ahora, si no le importa, yo me voy al parque. Cuando se aburra, no se olvide de tirar de la puerta.

Se perdió a velocidad de proyectil, incluso sin sellar la vivienda, muy harta de un domingo que en nada se mostraba especial.

@gromandelgadog