El escritor Mariano Gambín comenzó su carrera como maestro del género thriller con tres novelas inspiradas en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna: la mítica trilogía de "Ira Dei", "El círculo platónico" y "La Casa Lercaro". Con la citada trilogía dio el salto, siempre difícil, para un canario, a la Península, a través de una editorial de prestigio.

Gambín, que, además, de novelista, es abogado y doctor en Historia -ha ganado varios premios de investigación histórica-, continuó su periplo como escritor con "El viento del diablo", que transcurre en Marruecos, y, posteriormente, "Colisión", un drama cuya acción discurre, fundamentalmente, en alta mar, entre Gran Canaria y Tenerife.

Con su nueva novela "Atentado", traslada el escenario, prácticamente en su integridad, a Santa Cruz de Tenerife.

Mariano Gambín vuelve a demostrar con "Atentado" sus extraordinarias dotes para el thriller: tensión desde el principio, amplio conocimiento del período histórico que relata -en este caso, la segunda mitad del siglo XX-, y del espacio geográfico en el que se desenvuelve la trama -la rica historia arquitectónica de Santa Cruz de Tenerife, en especial, el racionalismo-, y nos imbuye, con su maestría habitual, de todo el entorno del centro de la ciudad, unos cien metros a la redonda, de la calle San Lucas, donde se encuentra el emblemático Templo Masónico.

La novela "Atentado" tiene gran dominio de los tiempos, capítulos cortos, personajes que se sienten reales, ritmo cinematográfico. Prosa clara, de fácil lectura, donde la acción y el misterio son, sin duda, los protagonistas principales. Escenarios múltiples y distintos, al mismo tiempo. Pasadizos subterráneos. Rituales poco usuales. Hay hasta cinco tramas diferentes, que hacen que el lector tenga que concentrarse al máximo. Existe, por otro lado, realismo y verosimilitud en lo que describe. Nos relata una época arcaica y oscura de la capital tinerfeña, con ácidos toques de humor y amores, en esa época, inconfesables.

La descripción que hace Gambín del mítico Templo Masónico -según todos los expertos, el más importante, no sólo de España, sino del Sur de Europa- es perfecta: "cuatro esfinges impertérritas de rostros deteriorados y tocado egipcio daban la bienvenida al asombrado visitante con lasitud indisimulada. Tras subir unos escalones se hallaban dos gigantescas columnas con capiteles palmiformes adosadas a la fachada, en cuya coronación destacaba un frontón triangular con un ojo con rayos radiantes en su centro, representación del Ser Supremo, Gran Arquitecto del Universo, según la simbología platónica".

Y, por otro lado, también pone el dedo en la llaga. La queja sempiterna de los chicharreros. Que una ciudad marítima esté alejada del mar. No hace falta más que visitar Málaga, La Coruña, Santander, San Sebastián, y el "milagro" de Barcelona, tras los Juegos Olímpicos de 1992, para darnos cuenta que todos los residentes en ciudades con mar, disfrutan del mismo, lo tocan casi con sus manos. Pero, tal y como dice un protagonista extranjero de la novela "el puerto de Santa Cruz de Tenerife se conectaba con la capital a través de una carretera paralela a la costa de varios kilómetros de longitud. Prácticamente todo el litoral que recorrió a pie pertenecía a un inmenso puerto, excesivo a todas luces para aquella isla. Los habitantes de los barrios costeros, salvo en contadas ocasiones, no tenían acceso al mar. Eso no tendría nada de particular en las ciudades asiáticas, pero le asombrada esa falta de sensibilidad en territorio europeo". Más claro, imposible. Todos los que llegan por primera vez a nuestra capital chicharrera, se asombran de la actual desconexión entre el puerto y la ciudad, que, esperemos, tal y como está previsto, dure poco.

En definitiva, Mariano Gambín vuelve a lograr una gran novela de suspense. Y se adentra, por primera vez, de lleno en las entrañas de Santa Cruz de Tenerife. Esperemos que no sea la última.

*Presidente de TuSantaCruz