Cuando en 1965 fundamos las Escuelas de Turismo, en las Islas Canarias, veníamos de estar trabajando en un mundo turístico en evolución que estaba sacando de la pobreza a España y con ello a los canarios. Un mundo donde estábamos rodeados de gentes del turismo con un prestigio ganado a base de trabajo y el conocimiento empírico de unos principios básicos donde la profesionalidad era la meta segura para ascender a los más exigentes puestos directivos en el sector, unido ello a unos valores intrínsecos donde el trato amable, la justicia y la razón tenían su trono.

Fuimos actores principales en toda esta historia y son miles los graduados que obtuvieron su preparación en estas escuelas, que siempre tuvieron presente, desde su fundación, la necesidad de una formación integral donde la práctica fuese el principal objetivo, con el imprescindible apoyo del conocimiento académico necesario para entender el porqué y el cómo, en el desarrollo del trabajo que se necesitaba para que la operación "Turismo" fuese rentable para la persona, para la familia, para la comunidad y para el mundo entero; como diría en 2003 la Organización Mundial del Turismo, OMT, era lo que se pretendía.

Pasaron los años, y viviendo una ajetreada vida dentro siempre del mundo de las enseñanzas del turismo, hemos vivido y sufrido las más extrañas y esperpénticas situaciones, salpicadas de los más sublimes momentos de gloria (empañados por la percepción de la envidia), que generaba actuaciones modélicas en las cuales siempre tuvimos importantes e impagables apoyos, como el caso de la presencia en Canarias, atendiendo una invitación para participar en nuestros programas, del ilustre gestor principal del turismo español, Manuel Fraga Iribarne.

Momentos estelares que tuvimos como presidentes de las Escuelas de Turismo de España, y más tarde como miembros afiliados de la Unión Internacional de Organismos Oficiales Turismo, UIOOT -hoy Organización Mundial del Turismo-, de cuyo comité de miembros privados fuimos vicepresidente hasta su transformación en el año 1975 en la hoy OMT.

Miles de horas hemos empleado en nuestra lucha por hacer entender a los poderes públicos las necesidades y las fórmulas eficaces para conseguir una perfecta y útil formación de quienes deban ofrecer su trabajo en el sector turismo.

La gran pirámide de estos estudios tuvo un escenario ideal en España, en esos años setenta-ochenta del siglo pasado con las Escuelas Profesionales de Hotelería y Turismo -la mayoría dependiendo de Gobierno español- y las Escuelas de Turismo privadas, que llegaron a ser unas cincuenta.

Todo este espectro, que funcionó en Canarias de una forma modélica, casi perfecta, se desmoronó un buen día con la ocurrencia del Gobierno de España de pasar los estudios de Turismo a la Universidad, junto a lo cual dejó de ser obligatorio la exigencia de un titulado en las Escuelas de Turismo, al frente de las empresas turísticas reconocidas, tal como requería la legislación vigente hasta esos momentos y su Estatuto de Directores, nacido en España como una garantía para el perfecto funcionamiento de las estructuras de un turismo que se fue convirtiendo en el poderoso sector que sacó de la pobreza al país.

El panorama no se podía poner más negro. Apoyada esta gestión por quienes en las escuelas de turismo privadas no veían otra cosa que un fin para progresar económicamente, la formación profesional turística pasó a denominarse "académica" y con ello a desaparecer muchos de sus valores -si no todos- en los que se apoyaba la misma, donde el conocimiento tenía que ir unido a lo que más tarde conoceríamos de cerca: la cultura de paz, algo que veníamos practicando desde nuestros principios y que nos abriera las puertas de la Universidad para la Paz, de las Naciones Unidas, creando un programa de la máxima altura práctico-académica, desgraciadamente hoy desaparecido por torcidas manipulaciones.

De los miles de profesionales que obtuvieron su graduación en nuestras escuelas de turismo, algunos de ellos han llegado a los más altos puestos directivos en las más prestigiosas empresas internacionales del sector. Están repartidos por el mundo y desde las costas de Brasil hasta los hoteles de Viena, hemos encontrado físicamente exalumnos agradecidos por las enseñanzas recibidas en Canarias. Los cientos de ellos que en los pasados cercanos años obtuvieron estas graduaciones los tenemos por toda América, Europa, África, Qatar..., y hasta navegando profesionalmente en los más lujosos cruceros de turismo por todo el mundo.

Algo que no se puede tapar con un dedo, al igual que el sol, y que demuestra a las claras la bondad de una filosofía en las enseñanzas del turismo que va unido a la aplicación de los métodos y el conocimiento de la evolución sociológica de la Humanidad y su influencia en el movimiento turístico.

Esas poderosas razones y las experiencias recogidas en muchos de los más importantes acontecimientos y empresas mundiales del sector nos llevaron en muchas ocasiones a sostener encuentros con las más altas autoridades políticas de algunos países, donde nuestros conocimientos y programas eran reconocidos, pero "políticamente" inaplicables.

En estos días, ante la primera página del periódico EL DÍA, donde un gran titular publica "Turismo, un título con poca salida", recordamos con lágrimas, aquellas constantes bolsas de trabajo que funcionaban en nuestras escuelas, hasta los comienzos de este nuevo siglo, donde recordamos a la infatigable Petri -la mejor gestora que ha habido dentro de estas escuelas- ante un cúmulo de peticiones de personal, que iban de abajo a arriba, dentro de los escalafones de las empresas turísticas y que muchas de las veces no podíamos atender. El problema fue, durante muchos años, que los alumnos no terminaban su carrera porque antes conseguían un empleo seguro y, poco a poco, el trabajo y el poder de lo que ganaban les hacían perder el interés por acabar sus estudios, lo que se remediaba en la mayoría de los casos, con la necesidad de obtener el título para poder, más tarde, ejercer al cargo de director de la empresa.

La gravedad del problema que se vive ahora está ligada con la falta de profesionalidad en el sector, pues desde recepcionistas que no saben informar al cliente dónde queda una farmacia, o una parada de taxis, hasta un director-gerente -impuesto como figura decorativa del capital- que cree que su labor es pasearse por los pasillos, hasta los relacionistas públicos -que de eso saben menos que nosotros del idioma japonés-, que solo saben vestir prendas de marca y sonreír al cliente, todo el sistema está pervertido, sin que apenas se atisben posibilidades o fórmulas de regeneración en el sector.

Lo perdido está perdido. Como siempre, no habrá culpables de nada. Seguiremos pendientes del aumento de número de turistas que nos visitan y poniendo parches por todos lados... Mientras, la calidad y la excelencia irán cada vez más sufriendo las consecuencias de la injusta valoración en el mundo del turismo, de lo "académico" ante lo "profesional".

El denodado esfuerzo del empresario local, enamorado de su empresa, de los valores del turismo, y de su entorno natural, se pierde ante el poder de las multinacionales y los gráficos de la renta del capital.

*Del grupo de expertos de la Organización Mundial del Turismo, de las Naciones Unidas (ONU)