Casi un centenar de dibujos de diferentes formatos, en los que confluyen el blanco del papel y el negro y los infinitos grises del grafito para definir los motivos plasmados por el autor, además de varias esculturas, conforman la exposición que el artista Luis Alberto Hernández (Hermigua, 1947) desarrolla en la sala del Cabildo de La Gomera, hasta el 25 de septiembre.

La muestra, que se presenta bajo el título "Por el cauce de la vida", parte de la cual ya se mostró en la Casa de la Piedra de Garachico el mes pasado, reivindica el valor del dibujo como arte puro. "Es una forma personal de buscar tu mundo interior y darle la categoría que el dibujo creo que siempre ha tenido, porque no solamente es para bocetar, sino que son obras acabadas".

Este inquieto creador de formas y texturas, que reside desde hace décadas en Madrid, está sumido en un proceso vital en el que pretende reencontrarse a sí mismo a través de su trabajo.

"Estoy en un momento de cambio en el que quiero reencontrarme con lo que he sido y con lo que he hecho. Coger de aquí y de allá, y reinventarme si pudiera, lo estoy intentando. Quiero cambiar, aunque siempre que se dice que quieres reinventarte acabas haciendo una especie de círculo y giras de aquí para allá".

Este consagrado artista, cuya obra siempre deambula en un mundo grotesco, casi kafkiano, confesó que "quiero perder el miedo a lo que opinen los demás. Si me gusta pintar un cactus lo pinto. Nunca me he cortado con lo que los demás opinen, ni hacer lo que me da la gana, pero en este momento menos todavía. Quiero abrir la puerta y decir: Esto es lo que me apetece hacer, si te gusta bien y si no también. Enseño lo que hago y ya está".

Los motivos que Luis Alberto ha plasmado en sus dibujos son variados, desde bodegones, cabezas, rostros y figuras de seres no muy bellos según los cánones imperantes, hasta toda una serie de plantas autóctonas canarias, como cactus, tuneras, cipreses, flor de malpaís y diferentes modelos de cardones, además de islas con palmeras, castillos, sabinas y otras formas sugerentes.

"El cardón, el agua, el mar..., la isla me atrae. No sé si es por ser isleño o porque, a veces, uno se aísla, que tiene dos lecturas, pero en eso ando. Sí que hay mucho horizonte, mucha agua y mucho erotismo camuflados, unos más que otros. Ahí ando".

De una forma u otra, Hernández, que en los años 70 empezó con obras muy figurativas, quiere volver a sus orígenes, tanto a nivel personal como en la faceta plástica. "Volver a los orígenes de meter formas destrozadas, quizás más sutiles, menos directas. Mi primera etapa fue bastante fuerte, ahora quizás como un poquito más matizadas. Esta obra seguirá por ciertos derroteros y de allí desembocar en una serie que voy a hacer sobre Marrakech, que la tengo empezada, y unas arpilleras cosidas con tonos cálidos, con ese rosáceo de Marrakech. En algunos de los dibujos ya está presente ese mundo árabe", matizó.