El éxodo desgarrador de gran parte del pueblo sirio está poniendo a prueba la solidaridad de los estados y los acuerdos políticos que han firmado, eludiendo las normas internacionales determinadas por la ONU sobre el Estatuto del Refugiado.

Pero visto lo que acontece en las fronteras, la conclusión a la que se llega ante este problema es que al principio importó a muchos y, ante la dificultad de abordarlo, cada vez importa menos.

Se han reunido jefes de Gobierno y ministros de Exteriores, para fijar la cuota de refugiados que cada país debe aceptar, y tardan en ponerse de acuerdo; y aún los que han aceptado que pasen sus fronteras todos los que quieran, caso de Alemania, ahora están dificultando recibir más refugiados. Y por otro lado, hay gobiernos como los de Hungría, Letonia, Estonia y Lituania que no quieren saber nada del asunto.

Esta turbulencia en las fronteras del llamado "mundo civilizado" pone al descubierto las miserias que han tenido ocultas, que una vez que es necesario den la cara, tales como el funcionamiento de la UE y sus estructuras políticas, se comprueba que de Unión nada, y menos como poder para acometer "in situ" la cuestión siria generadora del conflicto donde nadie ha dado un paso dentro del escenario de la alta política para siquiera diseñar un plan.

Las actuaciones de determinados gobiernos, encaminadas a construir vallas y más vallas kilométricas y con alturas inaccesibles, para evitar pasar al otro lado, son de una torpeza supina, porque cuando los seres humanos padecen sed de subsistencia y huyen del horror, caminado miles y miles de kilómetros, para llegar a una sociedad mejor, no hay quien se lo impida. Seguirán trepando y buscando las maneras y artimañas para pasar al otro lado. Si las alambradas miden cinco metros de altura, siempre encontraran escaleras humanas o de cualquier tipo que midan diez centímetros más.

La historia de la humanidad es testigo de cómo pueblos que han huido de las guerras, que han sufrido masacres en su país y fuera de él, al ponerles obstáculos para que no contaminen y molesten la convivencia, según se dice, terminan ganando la batalla y tienen diversas formas de hacerlo. Y no solo por la fuerza y por el compromiso vital que adquieren, sino que las avalanchas humanas son peor, muchas veces, que cualquier tsunami que asole costas y devaste territorios.

El hombre, en su estampida, ha creado pueblos nuevos y destruido otros; la fuerza al que se le toma por desvalido ha sido siempre superior y más poderosa que el que se cree fuerte e indestructible.

Lección que no se ha aprendido, pues se piensa que teniendo fuerza se tiene de todo, así como la posesión de la razón lógica de los acontecimientos. Y no.