Ellos lo negaban. Durante la precampaña y la campaña se cansaron, sobre todo él, de repetir que sus relaciones eran buenas, incluso muy buenas. Sin embargo, en el mundillo de la política y los medios canarios se daba por casi hecho que no eran más que declaraciones inevitables, pero de clara pose. Es más, algunos aseguraban que era todo lo contrario, que casi no se tragaban, que chirriaban por sus caracteres y que todo afloraría a las primeras de cambio, casi a la mínima. Pero no. La complicidad y el entendimiento que demuestran desde la firma del pacto el presidente, Fernando Clavijo, y la vicepresidenta, Patricia Hernández, parece algo más que simple conveniencia política y el pleno de ayer volvió a dejar muestras de ese idilio, de ese buen rollo que, muchas veces, resulta más importante que coincidir plenamente en lo sustancial, en la base ideológica.

Por supuesto, enseguida se dice que obedece a sus sueldos y al de muchos de sus allegados, principalmente el de la dirigente socialista porque, en principio, tendría más difícil alcanzar un pacto alternativo, salvo que Casimiro Curbelo realmente haga buena su sintonía con ella. Pese a esta posible motivación crematística, lo ocurrido en estos casi tres meses de pacto, cómo se ha evitado la censura en La Frontera, cómo intervino Hernández en ese caso (por mucho que fuese clave la reunión de Clavijo con Pedro Sánchez en Madrid) y los continuos mensajes de ambos en que se trata de un pacto para 4 años más allá de unos incumplimientos que pretenden resolver... todo eso parece que ha ido consolidando una relación que, en lo personal, incluso aparenta ser estrecha. Como de toda la vida.

En el pleno de ayer, por ejemplo y aunque coincidieron poco, hubo varios momentos de las intervenciones del presidente (menos en las de ellas, pero también) en que se vio a una Patricia Hernández encantada de las respuestas, los argumentos y las formas de Clavijo. Es más, incluso en una réplica a Podemos, hasta se ladeó con su silla y su cuerpo y miró casi con admiración al presidente con continuos gestos de asentimiento y reanimación. Más allá de lo aparencial, lo cierto es que, desde casi el comienzo del mandato, hasta en sus entornos ha sorprendido este gran "feeling" entre ambos.

Claro que los hay, sobre todo en el PSC, que recalcan que la prueba del algodón vendrá con las generales y que consideran que Clavijo se ha dejado querer, incluso mucho más, por Rajoy, Soria y todo el PP, pero también hay socialistas relevantes que confirman lo primero sin esconder su sorpresa.

Por lo demás, el pleno volvió a transcurrir en un ambiente muy cordial que, de seguir, hará buena la línea habitual del presidente, incluso en la forma de hablar. Eso sí, y aunque se produjo una descoordinación entre el portavoz de CC, José Miguel Ruano, y la consejera de Hacienda, Rosa Dávila, a la hora de desvelar quién ha pagado más en Canarias por el impuesto de Sucesiones, pues Dávila se agarró al principio a que hay datos que controla solo el Ministerio, ambos recalcaron al final que, de los 66 millones que representó este apartado el último año, 62 procedieron de rentas bajas y medias. Replicaban así a NC y Podemos, quienes, por clara ideología de base, insistían en la necesidad de introducir progresividad y esperaban que el PSOE no apoyara la exención en un 99% sin ese cambio.

Lavandera (PSC) dejó claro que "somos de izquierda" y no permitirán injusticias, con lo que anunció su apoyo, pero los datos aportados por CC desmontaron, en parte, las tesis de Podemos y NC, que no disponían de cifras. Aunque la progresividad es clave en los impuestos, parece que los números daban ayer la razón al PP.