El Estado es un tirano que, con suerte, administra sus intereses haciéndolos compatibles con los de sus vasallos. Y el gran pilar de su poder es el Estado Fiscal. Desde que nacemos nos convertimos en futuros contribuyentes de la gran caja pública. Empezamos pagando por los biberones, las chupas, los sonajeros, los pañales y las cunas. Seguimos pagando al comprar la primera maleta del colegio, los libros y la ropa deportiva. Pagamos por estudiar en las universidades. Pagamos por trabajar y por consumir, impuestos directos e indirectos, a las rentas y al consumo, a los beneficios y al patrimonio, por aparcar y por circular vehículos, por sacar el carné, por tener un coche, por la gasolina (la mitad del precio son impuestos), por tener una casa, por alquilarla o porque nos la alquilen... Pagamos por todo, incluso antes de tener uso de razón, porque hasta nuestros padres pagan cuando nacemos y nuestros hijos pagan nuestros entierros.

La teoría de Artur Mas de que no le sale de según qué partes pagar lo que debe Cataluña no es más que una extensión de la estupidez melancólica en que ha caído el otrora inteligente nacionalismo catalán. Conforme se acerca el día de las elecciones, la gente se pone cada vez más nerviosa. A Mas le toca las narices que el director del Banco de España diga que si Cataluña se independiza habrá un corralito. Pero resulta de lo más normal que los responsables del Estado español adviertan de calamidades y plagas en caso de una secesión. Si hicieran otra cosa sería para que se lo hicieran mirar. Y además hasta un fanático como Mas sabe que es bastante posible que con Cataluña fuera de la UE y de la zona euro, los billetes que ahora circulan por los bancos de Barcelona valdrían casi lo mismo que el papel higiénico de las cafeterías.

Pero lo más irónico del asunto es la capacidad que se otorgan las partes del todo para decir que van a ir a su bola. Me gustaría saber qué haría una Cataluña soberana con una hipotética declaración de independencia de Girona. Y más me gustaría saber si el departamento tributario de la Generalitat permite a cualquier ciudadano emanciparse del collarín fiscal de la actual autonomía catalana. Porque si en Cataluña, si son Estado, permiten no pagar las deudas y no pagar impuestos, sepan ustedes que a partir de mañana mismo me pongo la barretina y levanto la senyera y me transformo, si no en el primero, en el más entusiasta ciudadano del futuro y breve Estado catalán.

Pero las cosas no serían así. Ni de coña. La nueva hornada de independentistas no quiere hacer un nuevo Estado, sino uno viejo. El de siempre pero suyo. Los derechos que se otorgan a sí mismos jamás se los darían a nadie. Como el Estado español tampoco se los dará a ellos. Al final a los ciudadanos nos van a sacar la manteca los de aquí o los de allá. Por eso, a todos nos debería importar un rábano si no fuera porque tanta chorrada la vamos a terminar pagando los de siempre.