Domingo González Arroyo, también conocido como "el Marqués", es desde siempre el referente exótico de la política majorera. En la isla ha sido de todo, y por casi todos los partidos conocidos, hasta que al final hizo lo que hacen los que no tienen otra, que es crear el suyo propio, el Partido Progresista Majorero. Alcalde intermitente de La Oliva desde el año 1979, senador por la isla, amigo personal de magistrados y periodistas de la Corte, el Marqués es el último de los dinosaurios surgidos al calor del crecimiento del turismo y la transformación de los municipios costeros de las islas en fábricas de licencias y cementerios de hormigón.

Tras el eclipse inevitable, casi biológico, de sus colegas, repartidos por todas las islas como Dimas Martín, Paco Araña, Manolo Barrios, Honorio Bravo y tantos otros que gestionaron sus municipios como feudos personales y acabaron unos en chirona y otras fuera de juego. González Arroyo, digo, es el último que se resiste a tirar la toalla, y allí sigue peleando, con sus casi ochenta años, sus doce hijos y una salud y fortaleza envidiables.

Sobreviviente a una docena de denuncias y procedimientos judiciales, de las que siempre ha logrado escapar por los pelos o porque alguna prueba no llegaba al juzgado, el Marqués acaba de protagonizar uno de sus episodios más chuscos, al aprobar en un pleno extraordinario a finales del mes de agosto una modificación presupuestaria de 55.000 euros, que han salido de servicios sociales y han ido a parar a la organización de fiestas municipales.

La decisión ha sido adoptada en un ayuntamiento que en los últimos tiempos -justo al contrario de lo que ha sucedido en la mayoría de los municipios canarios- ha reducido drásticamente su presupuesto para atender a las personas más desesperadas del pueblo. Los servicios sociales de La Oliva, municipio con un alto índice de paro, marginación y pobreza, se limitan hoy a dos trabajadoras sociales y una psicóloga, habiéndose suprimido toda la atención domiciliaria, y con retrasos mínimos de dos meses en las citas. En medio de lo que puede ser calificado como una política de abandono de toda responsabilidad en Servicios Sociales, denunciada no sólo por la oposición municipal, sino también por "grupos radicales" como la parroquia de La Oliva y Cáritas, el Marqués decidió este verano sacar lo que quedaba del presupuesto de atención social para organizarle una buena juerga a los vecinos. Es la vieja técnica del pan y circo, sólo que en esta ocasión el Marqués el pan sólo lo reparte a los que acuden al circo, mientras los más desfavorecidos de su pueblo las pasan canutas. Una forma rancia y en estos duros tiempos de crisis, también miserable, de entender la función de un administrador de lo público: gastarse el poco dinero que hay para atender a quienes más lo necesitan en divertir a quienes te votan. Un personaje singular, este Marqués, por no decir otra cosa: el último de su especie.