La caída de Eisi por las escaleras, cuando encarnaba al superpolicía Berni en una persecución sin parangón en la filmografía canaria, pudo ser mortal, pero, por fortuna, las únicas pérdidas que hubo que lamentar fueron cuatro dientes y su memoria. La Padilla no tardó ni un segundo en aprovecharse de la situación y se hizo con la Presidencia sin consultar con nadie. "No podemos dejar el edificio sin control", dijo con tanta seguridad que todos empezamos a mover la cabeza como el Elvis de los salpicaderos. Lo bueno es que no será por mucho tiempo, ya que doña Monsi regresa mañana de Cataluña, a donde viajó para votar en las elecciones.

El día de la escandalosa caída, Eisi tardó en volver en sí o en quienquiera que ahora sea. Cuando empezó a balbucear algo, Carmela lo atiborró a preguntas y fue ahí cuando nos dimos cuenta de que el golpe había tenido otros efectos colaterales.

-¿Qué acontece? -preguntó, abriendo la boca y dejando ver un hueco en la encía superior.

-¡Dios Santo! Le faltan dientes -gritó Carmela aterrorizada.

-Pues de esa guisa no puede ser presidente -sentenció la Padilla sin un ápice de corazón.

-Pero ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? -pregunté.

-Niña (qué agradecida me quedé de que me llamara así) ¿Acaso has visto a un presidente sin dientes? -dijo la Padilla, y yo, aunque lo pensé con todas mis fuerzas, no recordé a ninguno.

El médico tardó en llegar y, durante ese tiempo y con las preguntas de Carmela, llegamos a la conclusión de que Eisi creía que era su propio bisabuelo.

-¿Cómo dice que se llama? -preguntó María Victoria.

-Sansón -contestó Úrsula.

-Vaya, como el vino dulce -apuntó su hermana Brígida.

El nuevo Eisi no tiene nada que ver con el que conocíamos. Ahora, es un auténtico caballero de finales del siglo XIX, exquisito, amable, educado. Sin dientes pero elegante. Le ha pedido a la Padilla, a la que llama "la condesa", un sombrero.

-Señora, es menester que usted pueda proporcionármelo tan pronto como le sea posible. Sin él no podré salir a la calle -dijo Eisi, bueno..., Sansón.

Neruda está bastante preocupado. Dice que el edificio necesita al Eisi de antes, el que era capaz de arreglar una tubería, un cable y defendernos ante cualquier imprevisto o ladrón.

-Yo he perdido mis gafas y no veo bien por lo que no garantizo la seguridad de este edificio -confesó.

Mientras se busca una solución, la Padilla ha decidido que María Victoria se haga cargo de la seguridad.

-¿Yo?

-Sí, con esas ropas que usted siempre lleva, que simulan animales, asusta a cualquiera. Es una medida de urgencia. ¡No ponga peros! -le exigió la presidenta accidental.

La mujer aceptó el encargo y, además de enfundarse los leggins de serpiente Taipan, la que tiene el veneno más letal del mundo, ha puesto a sus caniches a vigilar la entrada del portal.

El médico nos ha dicho que esta pérdida de memoria y confusión puede ir para largo y no nos garantiza que vuelva a ser el mismo.

-Yo lo que veo es que mientras no tenga sus dientes, no va a poder ser el mismo -dijo Carmela, a quien le entran náuseas cada vez que el pobre hombre abre la boca.

Esa misma tarde pedimos cita con el dentista para que arreglase el desaguisado bucal, pero la Padilla se niega a que la comunidad corra con los gastos, así que a Neruda se le ocurrió pedir ayuda a los colegas con los que Eisi estuvo en la cárcel. Dicho y hecho. El jueves, ocho de ellos vinieron al edificio y Neruda y Carmela les explicaron que necesitábamos recaudar fondos para reponerle la dentadura a Eisi.

-No hay problema -dijo el mayor de todos-. Tenemos una banda.

-¡De eso nada! -gritó Carmela-. Lo queremos hacer de forma legal.

-Señora, un respetito, que somos gente decente. Nuestra banda es de rock.

La banda ya se ha puesto manos a la obra y cada tarde ensaya en la azotea para el concierto que ofrecerá el próximo sábado para recaudar fondos. Lo malo es que el nuevo Eisi no soporta la música.

@IrmaCervino

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