Aseguran diversos estudios que separaciones y divorcios se producen en su mayoría tras la etapa vacacional, cuando se ven obligados a compartir su tiempo durante todo el día en un estrecho apartamento y en compañía de la prole. Es un tema delicado porque solo ellos saben lo que sucede en la convivencia y que los demás ignoramos, por lo que nadie tiene derecho a prejuzgar las razones de cada ruptura matrimonial, y no digo pareja porque me parece una palabreja estúpida que han puesto de moda los modernos, me considero de la antigua usanza y para mí la única pareja existente era la de la Guardia Civil.

En los tiempos que corren parece un insulto decir "mi mujer", "mi esposa" o "mi cónyuge", creo que lo mismo da hacerlo en masculino que en femenino, pero no sé por qué está tan mal visto y han impuesto eso de "mi pareja", igual para no tener que explicar si están casados por la Iglesia, por el Juzgado, o están simplemente "arrejuntados", o por el contrario son dos hombres o dos mujeres.

Aducen muchas razones y opiniones, tanto mujeres como hombres; en los tiempos que corren, necesitan su espacio propio y tener libertad para disfrutar con amigos al margen de la pareja, pues la vida hay que vivirla y juntos todo el día hay a quien se le hace pesado, aburrido y cansado. Así que aquello de hasta que la muerte los separe o juntos para toda la vida es hoy en día una quimera. Ahora a lo que más llegan es a 16 años de unión, y la mayoría de rupturas es antes de los diez, algo que sigue sorprendiéndome cuando en la convivencia con mi compañera, esposa o madre, todavía no he tenido un minuto de aburrimiento. Deduzco entonces que las circunstancias son otras, y que la motivación principal es el desamor.

En mis tiempos, de eso hace más de cincuenta años, tanto los hombres como las mujeres, desde que tenían edad de merecer, solo tenían un objetivo, buscar pareja y prepararse para pasar por la vicaría, con el fin de formar una familia. Una vez casados, la ilusión de estar juntos y convivir el mayor tiempo posible era lo importante, así que eso de las vacaciones era bastante impensable, primero porque la economía no lo permitía, y realmente porque se vivía el día a día con sueños e ilusiones, pero siempre sacrificándose para poder tener una vida digna. La mujer se quedaba a cargo del hogar y de la educación de la prole, y el hombre salía a trabajar para procurar traer a casa lo indispensable, haciendo doble jornada si era necesario. En mi caso no me libré de echar doce horas como mínimo cada día, incluso sábados y en algún domingo por la mañana. A mis amigos les pasaba lo mismo, y tanto sus matrimonios como el nuestro siguen tan campantes, por supuesto con alguna excepción, pero pocas. Sin embargo, sus hijos, y ahora también algunos nietos, ya se han separado, y en algunos casos hasta un par de veces.

El matrimonio no es una perita en dulce, conlleva sacrificio y entrega, pero sobre todas las cosas para que dure, necesita amor, y si no es compartido tiene poca razón la convivencia. El amor comienza conociéndose, después el noviazgo. Decía Severo Ochoa que tiene física y química, y es verdad, surge, no se sabe por qué, pero se comporta como un torrente de agua cristalina, dulce y llena de ternura, donde ambos están deseando estar el mayor tiempo posible juntos, para quererse y amarse durante las horas del día. En el tiempo de noviazgo se conocen gustos, afinidades y todo lo que les complementa, es el período en el que se consolida el proyecto en común, buscando que sea sólido, para que fecunde y sea para toda la vida.

Los tiempos han cambiado, dicen que son otros, pero en realidad creo que es lo mismo desde nuestros ancestros. Las diferencias se sustentan en el enamoramiento, antes se hacía a través de una ventana de rejas, y ahora más físico y superficial para llegar al mismo fin, la convivencia, pero pasar sin Fe sobre los sacramentos o el juzgado, quedando pocas novedades que vivir en el futuro.

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