No existe ningún inconveniente en defender una cosa y practicar exactamente lo contrario. La historia está plagada de grandes discursos que en realidad encubrían actividades sustancialmente opuestas a sus postulados. La gente, que es muy lista, termina descubriendo las excelencias de esta política y la incorpora inmediatamente a su vida cotidiana. Ahí están, por ejemplo, algunos vecinos de la avenida de Venezuela, que manifiestan de forma inequívoca su carácter humano y solidario, pero se niegan a que les abran en el barrio un centro para personas sin hogar. Y lo hacen con argumentos tan contundentes como que no quieren que les violen a sus hijas y que no desean más drogas en el barrio.

Es una curiosa percepción de la pobreza, esa que la mezcla con la drogradicción y los violadores. Tan curiosa como declararse solidario, pero siempre que la solidaridad se ejerza bien lejos del portal de nuestras viviendas. Los vecinos tienen todo el derecho del mundo a no querer un albergue en su barrio y a combatir su apertura. Lo que no tiene ni siquiera un pase es que al mismo tiempo se declaren solidarios. No se puede estar seco y mojado al mismo tiempo.

Pero es el signo de los tiempos. La escolástica medieval subordinaba la razón a la fe, los argumentos racionales a las creencias inquebrantables. Más importante que la realidad que se percibe es el imaginario que se construye. El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, también es de la escuela que subordina la filosofía política a la teología insularista. Desde que tomó posesión de su cargo ya apuntaba maneras. "Canarias no se puede gobernar sin Gran Canaria", avisaba por si acaso al gobierno de los chicharreros de la ATI profunda les daba por borrar con una goma a la isla redonda.

Ahora, Morales construye una valiosa aportación a la construcción regional: una comisión insular para analizar "los desequilibrios" existentes entre las diferentes islas. Ya sólo el nombre es un poema. Primero porque da por probada a priori la existencia de lo que se va a investigar para saber si existe: esto es, los desequilibrios. Y segundo, porque por mucho que se hable de las diferentes islas en realidad se trata de una comisión para denunciar los desequilibrios con Tenerife.

Políticamente hablando es normal que Morales acuda a pescar en el caladero de los agravios. Lo insólito es que se declare enemiga acérrima del insularismo. O se trata de un caso agudo de ceguera política o de un simple ejercicio de cinismo. El Cabildo de Gran Canaria está descolgado del pacto de Gobierno en Canarias y es normal que quiera echar presión para que le tengan muy presente en los presupuestos. Y para hacerlo ha elegido la siempre eficiente y eficaz bandera del patriotismo. Pero ese tipo de discurso tiene el problema de que se retroalimenta de una manera pavorosa. Si no mide cuidadosamente sus andanadas, Morales puede terminar achicharrado por una sepsis insularista que, además, puede chamuscar también a Nueva Canarias.