Tras las elecciones catalanas y los resultados obtenidos por las organizaciones políticas que participaron hay que sacar una consecuencia que, creo, es fundamental. Y es que la "cuestión catalana" continua candente a pesar de que aquellos que votaron en contra de la independencia, 150.000 más, pudieran pensar que se ha resuelto algún esquema político, poniendo en el debate la propuesta que, con un federalismo, donde se reconozca la singularidad de Cataluña, se dará un paso de gigante, y la fractura actual de la sociedad catalana se corregirá y contará con el aplauso del resto de los territorios que integran el Estado español.

Pensar así es continuar enrocados en el empecinamiento de aquellos que mantienen que España es una, e indivisible, haciéndolo bajo una conceptualización imperial y decimonónica que no oferta soluciones.

No se trataría de romper, simplemente sería ir por el camino de situar una realidad cultural, como es la nación (la catalana, la vasca, la canaria) en un contexto sociopolítico que permita dar soluciones a cuestiones que dificultan su desarrollo e identidad.

La evidencia y el instinto político nos dicen que los Estados de nuestro entorno tenderán, más bien pronto que tarde hacia la Unión Política Europea. Y para ello el Estado español no podrá seguir "pseudodescentralizándose" desde un autonomismo encorsetado ni desde un federalismo oportunista, porque ello será más de lo mismo y la convivencia entre territorios se verá dificultada.

La respuesta vendría dada tras un proceso, por supuesto nada fácil de deconstrucción, que no es ni más ni menos que situar la historia en el sitio que le correspondiera y se elaborase un nuevo modelo de convivencia que dé respuesta a las naciones sin Estado que permanecen de una manera u otra dentro del Estado español.

Todo es posible y puede suceder, bien que los Estados modernos que han tenido su origen en el maridaje y la violencia continúen siendo omnímodos, o que acepten que la voluntad de muchos se ha secuestrado, alejando unos de otros, por lo que sería necesario trabajar un contrato sociopolítico que dé satisfacción a todos.

La deconstrucción del Estado no quiere decir secesión ni independencia, y menos ir por el camino que pretenden algunos de la ortodoxia marxista. Se trataría de buscar fórmulas más operativas donde Canarias debería estar presente, y a quien acecha tiempos difíciles que ni la España de las autonomías ni la España federal van a dar repuesta; la que solo podría obtenerse desde una futura confederación de Estados, donde estén válidamente representados también aquellos pueblos y naciones sin Estado pero con una fuerza cultural indestructible con la que hay que contar.

El nuevo encuentro está en entender la realidad de las naciones con o sin Estado desde una visión universal y no cicatera por un nacionalismo puramente de Estado, en nuestro caso, el español.