Hay una foto del verano pasado en donde se ve a la consejera de Obras Públicas, Ornella Chacón, con los dos alcaldes socialistas más relevantes del Sur de Tenerife, mirando las obras del Anillo Insular. Más o menos por aquellos días circulaba un documento del Cabildo en el que se proponía que la planificación y la adjudicación de las obras de las carreteras de la Isla correspondiera a la Corporación insular y el mantenimiento al Gobierno de Canarias. O sea, al revés del pepino actual.

Este recuerdo apunta a que llueve sobre mojado. Y que el conflicto por la limosna de los 15 millones que Madrid nos ha dado para las obras del cierre del Anillo Insular -¡gracias, gracias, Montoro, por la calderilla!- ya venía coleando desde hace bastantes meses. Chacón se fue por su cuenta al Sur. Fue una manera como otra cualquiera de mostrar que le tocaba las narices al señor Alonso. Y el presidente del Cabildo la esperó en la bajadita.

Y la bajadita llegó con el estallido mediático de las colas en la TF-5, en la denominada Autopista del Norte. Las inmensas colas que desde hace más de una década vienen castigando a los miles de usuarios de la vía, de repente adquieren proporciones bíblicas. El presidente del Cabildo da un paso al frente, reconoce que hay que dar una solución a corto plazo a esta situación inaceptable, recuerda la necesidad de cerrar el anillo insular (para desviar el tráfico del Sur de la Isla) y propone crear un tercer carril como fórmula más rápida para desatascar la vía colapsada.

La cuestión no es esa anualidad de 15 millones que irá destinada seguramente al tramo entre Santiago del Teide y El Tanque (salvo que alguien quiera convertir el pacto en un polvorín). El verdadero asunto es que llevamos veinte años con las maracas de Machín dándole largas a las carreteras. Y que la autopista entre Santiago del Teide y Adeje se tendría que haber terminado en 2010 y aún seguimos esperando. El asunto es que necesitamos carreteras mejores y más seguras y ya está la gente hasta más arriba de las narices.

Aún a pesar de la crisis que nos han vendido como la madre de todos los recortes, acaba de inaugurarse un puente -otro- en la bahía de Cádiz. Quinientos millones que se gastaron en el crudo invierno presupuestario. Es sólo una de las muchas inversiones (no voy a cansarles con un listado interminable) que a lo largo de los últimos años se han ido desperdigando por la España continental. Y eso mientras en Canarias se enterraba el convenio de carreteras. ¿De verdad que los nuevos responsables de Obras Públicas van a convertir en un conflicto termonuclear el destino de los 15 millones que ahora le tocan a Tenerife? Pues se van a comer un marrón que no es suyo: el de los retrasos, los desequilibrios y el cabreo de la gente. Hoy parece que habrá reunión para ver quién elige dónde invertir las raspas de la sardina. En Madrid tienen que estar partidos de la risa.