Ha dicho Rosa Dávila que la amenaza de Carlos Alonso de poner de patas en la rue a los consejeros socialistas del Cabildo, sin empleo ni sueldo ni sapo cancionero que les croe, pues no va a afectar al pacto, y supongo que lo dice porque está convencida de que el entuerto se va a arreglar hoy mismo, en esa reunión en la que el presidente Alonso va a leerle la cartilla a doña Ornella Chacón, la aviesa consejera socialista de Obras Públicas que no quiere dar su brazo a torcer. Yo creo que Rosa Dávila acierta, que esto no va a romper nada, y eso me deja muy tranquilo, que estaba yo en un sinvivir pensando en cómo se iban a ganar la vida de ahora en adelante el pobre Abreu y los suyos. Pero no quiero ponerme bromista, que a Carlos Alonso le gustan sólo las bromas que gasta él. Por eso, para evitar que me mire torvo o me regañe la próxima vez que nos crucemos, hoy no voy a hacer gracietas con lo de que una buena boda necesita un buen anillo, ni con lo del idem de poder del Señor de los ibidem, ni con otras chafarmejadas varias que se me ocurren para entretener al paciente lector de martes. Voy a centrarme en las chafarmejadas que no se me han ocurrido a mí, que también haylas.

La cosa es que la consejera no quiere gastarse los 15 millones de Tenerife en obra nueva. Piensa que es más sensato acabar con las obras ya empezadas en la isla, y que hacer lo contrario supondría incurrir en gastos e indemnizaciones innecesarios. Es el suyo el criterio de la eficiencia económica. Pero entiendo también que el criterio de la urgencia, que esgrime el Cabildo, es igualmente razonable. Sobre todo después de haber puesto sobre la mesa cuatro millones de euros del tesoro insular, y más aún con la que está cayendo todas las mañanas en la TF-5. No creo yo que los atascos de la TF-5 se arreglen con lo del Anillo, pero entiendo que Alonso quiera tocar todos los palos, porque se trata de un problema que tiene a los votantes muy cabreados durante hora y pico todas las mañanas.

Antes de las elecciones, el presidente convenció a los socialistas para que suscribieran el compromiso de iniciar las obras del cierre del anillo, y volvió ratificar ese compromiso en su pacto por Tenerife, que firmó incluso el apuntador. Con la consejera de Obras Públicas enrocada, Alonso amaga con cesar a los consejeros del PSOE, en un ejercicio de exorcismo o abracadabra. Y es que la ley del Gobierno determina que las decisiones del Ejecutivo son siempre colegiadas. La de cómo y en qué se gasta el dinero del Convenio es también una decisión colegiada, que el presidente Clavijo puede imponer a su consejera si quiere hacerlo, porque para eso cuenta con mayoría. A Clavijo le va el buen rollito y probablemente prefiere que su colega Alonso se entienda con la consejera. Pero Alonso prefiere el palo y tentetieso. O se cierra el anillo, o cesará a la tropa de Abreu, y por lo menos se dará un gusto: es sabido que a Alonso no le pone demasiado el acuerdo con los socialistas. Pero apuntar al PSOE insular no tiene sentido, siendo la decisión última del Gobierno de Clavijo. Podría haberle llamado por teléfono, digo. A no ser que a Alonso le guste el billar inglés, ese que se juega con tres bolas. Una de las bolas sería Clavijo, las otras dos serían las suyas.