Nuevamente sale a la palestra el controvertido tema del cierre dominical de los comercios en la capital. Todo el mundo opina y cada uno aporta distintas razones o se organizan eventos en determinados momentos, pero Santa Cruz continua en estado de hibernación. Pertenecí a la Federación de Comercio y también a la Cámara durante bastantes años, por lo que tengo base para ofrecer otra opinión más, pues en su momento me manifesté en contra de las grandes superficies y en defensa a ultranza del pequeño y mediano comercio.

Cuando Felipe González metió a Canarias en la CCE, dentro de un paquete general olvidándose de nuestro Régimen Económico y Fiscal, en el que se decía que era obligatorio consultar a los canarios y no se hizo, solo nuestros vecinos de enfrente, profesionales del sector, se opusieron vehementemente. Algunos tinerfeños también, pero tan pocos, que sumados no pasarían de cincuenta empresarios, entre los que me encontraba. Así que de un plumazo se cargaron nuestros famosos Puertos Francos, y dieron pié a la entrada de las multinacionales, cuya consecuencia fue la caída en vertical del pequeño y mediano empresario.

Entonces, dos compañeros y yo entramos como elefantes en una cacharrería a pedir explicaciones al Comité Ejecutivo de la Cámara, y directos a su presidente de entonces, Arturo Escuder, que en aquella etapa navegaba entre dos aguas. Después de ocho años en la junta comprendí que no existe una sola verdad, y me hice amigo de Arturo, buena persona, trabajador incansable, gran presidente y luchador de los intereses tinerfeños. Me alegra que se creara un premio con su nombre, y que haya recaído en Amid Achi, extraordinario empresario, defensor de Canarias y creador de empleo.

Aterrizó entonces en la Isla la multinacional Alcampo, a quien deseábamos un rotundo fracaso, pero craso y pretencioso error el nuestro, pues en pocas semanas las ventas de esa firma supusieron un duro mazazo para el pequeño comercio, que no soportó las colas de consumidores que compraban hasta lo que no necesitaban. Con ello aprendí lo que era la libertad comercial y el nuevo modelo que se impuso, por lo que el tiempo les dio la razón y ha demostrado que es imposible ponerle puertas a los grandes centros, y no abrir los domingos significa un retroceso para el progreso de todos.

En aquellas reuniones de apertura dominical sí o no, hubo que lidiar con la defensa de los derechos de empresarios y con el convenio colectivo de trabajadores del comercio de alimentación. Por parte de los empresarios, dos asistentes con abogado; por la parte sindical, cinco avinagrados personajes que no dieron ni las buenas horas y nos lanzaron un panfleto sobre la mesa con sus exigencias, pidiendo el oro y el moro, sin moverse un ápice de lo hablado entre ellos. Las negociaciones duraron más de dos meses, tras lo que logramos un acuerdo que beneficiaba a todos. Una dura pelea que en el momento de su firma, ¡sorpresa!, los empresarios no rubricaron porque el domingo era para descansar y estar con la familia.

El inmovilismo del empresariado, sus escasos deseos de renovación, la negación a actualizar los negocios, y los poco dados a luchar por sus derechos y si a recibir prebendas han convertido el sector en un motor con la dinamo sin corriente. Así les va. Castillo esta pegajosa para el caminante, los edificios no reciben pintura en años, por la noche se pone hasta peligrosa con los escaparates apagados, se muere de inanición y aun así el señor Guzmán niega la posibilidad de abrir los domingos.

La Laguna y La Orotava, ciudades limpias, con magníficos parques comerciales y pujanza de empresariado, han ganado la partida. La tarta puede compartirse. El pequeño y mediano comercio con visión de futuro puede dar guerra y crear puestos de trabajo con la apertura de los domingos y festivos, mientras las grandes superficies sacan su gran tajada durante la semana. Los mayores beneficiados serán los consumidores que saldrán de sus casas, los extranjeros que nos visitan, los turistas que llegan en los cruceros, todos tendrán más ofertas donde elegir. Aprendamos de otros países que aprecian los turistas pateadores de ciudades o de los pueblos de alrededor, a los que precisamente no les agradan las grandes superficies.

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