Sin adornos. Únicamente protegida por su voz -que mimó durante toda la velada con pequeños sorbos de agua y un aerosol- y un pianista fantástico. Así se presentó anoche en el teatro Guimerá Sole Giménez. La intérprete propuso a los espectadores un viaje que hizo escala en Brasil, Cuba, Francia, México y, por supuesto, España... Recorrió con la magistral compañía de Iván "Melón" Lewis espacios por los que paseó una voz que acabó exhausta por la dureza del concierto y los excesos de un aire acondicionado que resquebrajó su garganta. El grueso del espectáculo osciló en torno a su último disco ("Cómo hemos cambiado"), un proyecto del que mostró "Cuando quiero sol", "Llovió", "Danzón del mundo", "Mi pequeño tesoro", "Alma de blues"... También hizo referencia a otros títulos que aparecieron en "Dos gardenias", "Pequeñas cosas" o "El cielo de París".

Sole Giménez generó una atmósfera minimalista en un escenario que no se le quedó pequeño. Envuelta en unas cortinas negras y una iluminación casi monocolor, la solista y el pianista, que no necesitó partituras para construir los acordes sobre los que se deslizaron las letras de la exlíder de Presuntos Implicados, tejieron un repertorio lleno de guiños; canciones que en su momento habitaron en las gargantas de Édith Piat, Vinicius de Moraes, Cecilia, Joan Manuel Serrat... La valenciana, antes de abandonar sus tacones en el escenario para interpretar dos temas extras, se movió del bolero al blues pasando por el danzón. Con ese puntito de improvisación que madura en las buenas sesiones de jazz, Iván Lewis y Sole Giménez dieron rienda suelta a una escaleta que debía "morir" con "Cómo hemos cambiado". El público no lo quiso así. Ambos tuvieron que regresar para alargar su adiós.