Es el responsable de la dirección musical de "Las bodas de Fígaro", la ópera que se representará del 22 al 25 de octubre en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. "Este es un grupo que tiene una gran personalidad", avanza Giulio Zappa en relación a los 14 integrantes del proyecto Ópera (e)Studio que se enmarca en el programa de Ópera de Tenerife que impulsa el Cabildo y que en este caso particular cuenta con el respaldo del Gobierno de Canarias. "Incluso en los papeles más pequeños está muy marcada esa personalidad", ratifica el maestro italiano cuando se refiere al colectivo que conforman Andrea Vincenzo Bonsignore y Pablo Gálvez Hernández (el conde de Almaviva); Alexandra Grigoras y Arianna Venditelli (la condesa de Almaviva); Alessandra Contaldo e Inés Ballesteros (Susana); Lorenzo Malagola-Barbieri y Riccardo Fassi (Fígaro); Valentina Stadler y Shahar Lavi (Cherubino); Jaime Pialli y Javier Provedano (Bartolo); Silvia Zorita (Marcellina) y Carmen Mateo Aniorte (Barbarina). Ciento ochenta y dos personas -33 nacionalidades procedentes de cinco continentes- se apuntaron a las audiciones que se celebraron en Bolonia, Madrid y Tenerife.

¿Qué se ha encontrado en torno a este elenco artístico?

Esta es una edición que no tiene nada que ver con la del pasado año, pero sí con la primera, cuando hicimos "Cosi fan tutte". Al margen de la conexión con Mozart, en este grupo hay una gran calidad y eso es algo que se nota en el trabajo diario. También hay que decir que el proyecto está más rodado y, por lo tanto, existen unos automatismos que han agilizado el montaje. Aquí hay cantantes que apuntan cosas muy interesantes, pero que aún deben respetar los tiempos de formación para no cometer errores difíciles de corregir. Ópera (e)Studio está funcionando y, encima, este año tenemos una colaboración con Bolonia que nos da una mayor dimensión internacional.

¿Cuál es su percepción sobre la realidad operística que hay en el Archipiélago?

Llevo más de diez años colaborando con la ATAO (Asociación Tinerfeña Amigos de la Ópera) y con la ACO (Asociación Amigos Canarios de la Ópera de Las Palmas) y, por lo tanto, ya no me sorprende el nivel que hay en las Islas. Aquí existe un gran interés hacia el modelo operístico italiano y eso es un orgullo. Aunque también debo decir que en Italia hay lugares donde la ópera se vive con menos pasión que en Tenerife.

¿Le sorprende que un municipio como La Laguna haya dado dos tenores coetáneos del nivel internacional de Celso Albelo y Jorge León?

Me sorprende por el hecho de que están en una posición a la que no es fácil llegar. En La Laguna hay algo genético: lo de Celso Albelo y Jorge de León no es muy normal. En nuestro coro también he detectado algunas voces de tenores realmente buenas. No sé si todo esto tiene que ver con la forma de hablar que tienen los canarios, pero es realmente llamativo. El caso de La Laguna es comparable con lo que sucede en Bulgaria, que tampoco es un país muy grande y suele dar grandes voces.

Ópera (e)Studio tiene un componente de laboratorio importante; una academia que debe mirar con mucha atención los cambios que se están produciendo en el género, ¿no?

Aquí confluyen las dos cosas... Por un lado está la formación y en el otro el deseo de participar en este momento de cambio. Obviamente hay situaciones que marcan este proceso. El público italiano, por ejemplo, lleva la ópera en la sangre. Allí no es tan difícil interpretar un aria mientras te afeitas o conduciendo un taxi. Su tradición es igual de fuerte que la zarzuela en España, pero creo que allí las raíces son algo más profundas. En definitiva, en Italia no hay que estimular a la sociedad para que aprenda amar a la ópera. Eso no significa que haya personas que no muestren demasiado interés por ella. Ópera (e)Studio es un laboratorio que necesariamente debe asumir riesgos.

¿A qué se refiere cuando habla de estimular al público?

La ópera en general, sobre todo la que se hace fuera de Italia, tiene un componente esnob que me provoca una sensación agridulce, es decir, que me agrada y disgusta al mismo tiempo. Yo pienso que el lenguaje musical clásico, no solo el que tiene que ver con la ópera, debe transmitir todos sus valores adaptados al mundo de hoy porque si no van a acabar siendo unas piezas de museo. Lo que ocurre es que en ese proceso de querer provocar una metamorfosis o renovación existe el riesgo de dañar una obra maestra.

¿Habrá que buscar un equilibrio entre tradición y renovación?

En eso estamos, pero el miedo es que la parte musical de la ópera no se ponga al día de los cambios escénicos que se están produciendo. El mundo de la danza, por ejemplo, sí que ha sabido completar ese tránsito con éxito. Ahí lo clásico y lo contemporáneo conviven con cierta normalidad. La ópera, en cambio, es más conservadora porque existe una fijación por ser muy respetuoso con el libreto. Esa búsqueda hay que realizarla con cuidado para evitar resultados poco deseados... No soy contrario a la renovación, pero sí al mal gusto y a caricaturizar el género.

¿Es difícil no cruzar la línea que separa el riesgo de la provocación?

Yo no digo que las provocaciones que llegan procedentes de algunos teatros alemanes o del norte de Europa sean malas, pero tengo la sensación de que en muchas ocasiones eso no tiene nada que ver con renovar la escena operística, sino con la creación de una contratendencia. Esas revoluciones se pueden conseguir sin dejar de ser respetuoso con el libreto. Las relaciones humanas que se perciben en una obra de Mozart se pueden cambiar sin que Mozart deje de ser Mozart. Ya ha dejado de ser considerado un escándalo que los cantantes de hoy salgan al escenario en vaqueros y no con trajes de terciopelo. Muchos no entienden que un tenor atienda una llamada del móvil en medio de un aria, pero los tiempos han cambiado. Eso no significa que todos hayan aceptado esta renovación. Al público más tradicional le va a costar digerir los cambios que están llegando. Eso supone un gran desafío y no hay que escandalizarse por ver una "Traviatta" más light que la versión original.

¿Además, los cantantes de hoy necesitan dominar aspectos escénicos que no tienen nada que ver con sus voces?

Eso es verdad... Hoy en día más de la mitad de las puestas en escena no son tradicionales y eso implica que haya que desarrollar un lenguaje gestual que se fusiona con la música. Para eso existen los proyectos como Ópera (e)Studio. El desarrollo escénico actual es más realista y se acerca muchísimo al teatro dramático.

Sí. Esa intención de darle una vuelta a la ópera es evidente, pero no deja de ser menos cierto que las obras contemporáneas, salvo en casos muy específicos, tienen un protagonismo limitado en las programaciones.

Esa es una historia muy compleja. En la pintura, por ejemplo, todo es más fácil. Una persona entra en una sala de exposiciones y no le gusta lo que ve y se marcha a casa... En la ópera todo es un poco más complejo. Al galerista siempre le quedará el recurso de cambiar los cuadros, el color de la sala o volver a colgar un Rafael... La música contemporánea ha sufrido un proceso de hiperesnobismo que premiaba lo raro sobre lo realmente bueno. En Italia también vivimos un ciclo de experimentación en los años 60 y 70 y, quizás, eso fue lo que mató a las corrientes más contemporáneas. En Europa hay teatros que apuestan por lo nuevo solo para recibir subvenciones, no porque exista un interés real por difundir un mensaje contemporáneo. Creo que hay que hacer un trabajo de base en los conservatorios para que los futuros solistas vean con naturalidad que la ópera oferta muchas más opciones que Verdi, Mozart o Puccini.

¿Hay un error de base que está conectado con los modelos educativos?

Tradicionalmente los maestros que enseñaban música contemporánea se quedaban en Ravel o Stravinski y todos lo que vinieron tras el periodo de guerras eran considerados unos alienígenas. Hay un problema de conocimiento general y eso se podría más o menos arreglar imponiendo como asignatura obligatoria la música. Yo no digo que se deje de escuchar a los clásicos, pero la tendencia europea es la contraria: existe un interés por crear gente ignorante. La música, por muy antigua que esta pueda llegar a ser, no se puede entender como un proceso idéntico al coleccionismo de sellos.

¿Los alumnos con los que está trabajando "Las bodas de Fígaro" son conscientes de las dificultades que hay que sortear para llegar a una posición similar a la que se encuentran Albelo o De León?

Ellos conocen todas esas complicaciones, pero al mismo tiempo saben que hay sistemas que les pueden ayudar a elegir el camino más adecuado. Después puede pasar de todo. Ahí es donde aparece la suerte, lo inteligente que puede ser cada uno/a, la humildad, el sacrificio... Lo que todos necesitamos en nuestros trabajos para que las cosas marchen bien. Es difícil combinar las prisas del mercado actual con el ritmo de la música clásica, pero son jóvenes y tienen ganas de triunfar.

¿Esta academia también sirve para atemperar los impulsos por querer llegar demasiado de prisa?

Un cantante tiene que cantar de todo, pero cuando la competencia es grande y aprieta el hambre por llegar rápido a un lugar se va a encontrar con un montón de contratos que no tienen sentido. No es fácil conservar la vida cuando un joven se mueve en un río tan bravo, pero en Ópera (e)Studio le proporcionamos las herramientas y fortalecemos su mente para que ese viaje no se convierta en un obstáculo difícil de salvar. Estamos trabajando con chicos/as de distintos niveles. Unos rozan el profesionalismo y otros tienen cero experiencias, por lo que tienen que adaptarse rápidamente a las exigencias marcadas. Aquí no vale haber sido el número uno de la clase; todos están para aprender.

¿Y en ese aprendizaje no se atisban síntomas de competencia?

Sí que existe algo de "rivalidad", pero no es una competencia para ganar una carrera. Ópera (e)Studio trata de desarrollar una idea de equipo sin matar los deseos personajes de querer superar al resto de los compañeros. Muchas veces los grandes proyectos recurren a Ópera (e)Studio para los papeles pequeños y ahorrar dinero. Eso también lo queremos cambiar.