El Parlamento de Canarias ha votado en contra de los Presupuestos Generales del Estado para el año próximo. Los efectos prácticos de esa votación son los mismos que si hubieran votado contra la Inquisición española, contra el gasto público en la construcción de la Armada Invencible o contra el calentamiento global. Es decir, ninguno. En la línea de muchas de las cosas en las que se ocupa la Cámara legislativa canaria.

Pero el lenguaje simbólico es importante en la vida política. Es bueno que todos los partidos canarios, incluido el PP, se hayan pronunciado contra unos presupuestos que nos ponen a la cola de la financiación. Aunque no sirva para nada práctico, porque los diputados canarios populares que están en el Congreso y el Senado ejercerán la habitual culiparlancia y apretarán el botón del sí cuando llegue el momento de la verdad.

España está como está y no hay que hacerse demasiadas ilusiones. Artur Más entraba ayer como un héroe sedicioso en los juzgados de Cataluña, entre los vítores de miles de catalanes que gritaban otra vez por la independencia. El Estado español cree que con la ley en la mano va a meter en cintura un problema emocional y no para de meter la pata en todos los charcos que el independentismo catalán le va poniendo por el camino. Después de las elecciones del 20 de diciembre, gane quien gane, el problema de este país plurinacional asimétrico y olé va a ser el de resolver su propia existencia. Y cuando se discuta esa nueva manera de ser y de estar de la España invertebrada, Canarias no pasará de ser un problema marginal, distante y ajeno.

Vamos a llamar las cosas por su nombre: no tenemos fuerza. Ninguno de los partidos canarios, unos por unas razones y otros por otra, está en condiciones de poner presión política en las Cortes españolas. No existe un lobbie canario en Madrid. Cuando se discuta el nuevo modelo del Estado, que será la única salida posible a las presiones de las "nacionalidades históricas" (y de alguna histérica) seremos como una discreta ventosidad política con escasa capacidad para hacer valer nuestras singularidades. Es más, en vez de estar ocupados y preocupados por el encaje de Canarias en ésta o en cualquier otra España, parece que andamos enzarzados en pelearnos entre nosotros mismos mordiéndonos las patas para disputarnos las migajas que nos caen del plato de la financiación.

Si será que no importamos que la modificación del régimen fiscal canario se publicó el año pasado el 20 de diciembre en el Boletín Oficial del Estado. Dos días más tarde, el 22, el Parlamento de Canarias se reunión para emitir un informe preceptivo (no vinculante) que se tenía que haber producido "antes" de su aprobación. Ya es que no se guardan ni las formas. Porque no pasa nada. Es una condición de los débiles que su mansedumbre les haga ser capaces de digerir cada vez más desaires. Y tal y como se debilita esta sociedad, me temo que nos queda por tragar lo que no está escrito.