Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia, pasará probablemente a la historia conventual de este país como un personaje de pocas luces y menos inspiración cristiana. En unos tiempos en los que desde el Vaticano se trabaja en la recuperación de la idea de que la Iglesia debe dirigir su mirada hacia los pobres y los necesitados, Cañizares se ha dejado atrapar en un discurso absolutamente impropio en un sacerdote del siglo XXI. Escuché ayer íntegra su intervención en el desayuno informativo de Fórum Europa, sin quedarme del todo muy claro que pintaba un arzobispo en una tribuna mediática de pago, una de esas en las que para hablar tienes que pagar (o que pague alguien para que tu hables), y me he que quedado pasmado. Comprendo que los arzobispos no tengan detrás un asesor de imagen ni un preparador de intervenciones, pero comprendo bastante menos la absoluta ausencia de prudencia de este hombre, al recurrir al lenguaje de la ultraderecha más rancia para referirse a la emigración siria sobre las fronteras orientales de Europa.

A Cañizares parece preocuparle que no todos los que piden asilo sean "trigo limpio", y ha cuestionado que quienes intentan entrar en Europa lo hagan por sentirse perseguidos. "Muy pocos lo son", ha dicho. Desconozco cómo le llega al prelado esa información sobre quiénes han sido perseguidos y quiénes no, pero quizá su problema es de concepto: la mayoría de las decenas de miles de familias que escapan de Siria y otras zonas del mediterráneo oriental no lo hacen por ser perseguidas por el régimen de Assad. Lo que temen es sucumbir a la violencia desatada por la guerra civil en el país, acabar sepultados bajo un montón de escombros, ser reventados por unas bomba rusa o americana, que el disparo de un francotirador aburrido les vuele la cabeza o que algún energúmeno les corte la garganta en nombre de ese dios al que en Siria, musulmanes y cristianos identifican como Alá. Un nombre -Alá- que los cristianos árabes usaban desde antes de que el Islam fuera fundado, y que siguen usando. Porque esa es otra: el obispo Cañizares, además tener un sentido muy laxo de lo que es la caridad, virtud teologal cristiana, resulta ser un ignorante de tomo y lomo: su preocupación por la influencia de los que lleguen en la transformación de la identidad europea (extraño concepto ese viniendo de un pastor de hombres) demuestra una supina importancia sobre el hecho de que una parte muy considerable de los que entran por las fronteras son correligionarios suyos. En Siria, Irak y Líbano, las naciones más castigadas por esta guerra que empezamos los occidentales, las comunidades cristianas son muy importantes. En Líbano suponen la tercera parte de la población. Ortodoxos, siriacos, maronitas, cristianos de rito armenio y católicos, constituyen grupos muy importantes. Tanto es así que en la Siria musulmana, la Navidad, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección son fiestas nacionales. ¿Sabrá eso el arzobispo preocupado por el destino de Europa? ¿Sabrá este prelado ignorante que muchos de los que cruzan la frontera son cristianos? Lo dudo: ni siquiera se ha parado a pensar que son seres humanos.