Otto Weininger se suicidó a los 23 años, tras escribir una gran obra "Sexo y carácter". Sin embargo, ha pasado más a la posterioridad por antisemita, lo que no sería nada excepcional, al menos en la Austria de los años 30 del siglo pasado, sino fuera porque era judío. En alemán, al auto odio se llama "selbsthaas" que es de lo que Weininger es ejemplo. Allí mismo estaba el icono del periodismo satírico que fue Karl Krauss, que no le andaba muy a la zaga, judío también. La exacerbación de ese odio lógicamente no pocas veces concluye con la autodestrucción. Weininger así lo hizo.

Con ocasión del día de la patria, se ha visto la apoteosis del odio que atesora la extrema izquierda, un auténtico patrimonio nacional. Merecen placa en el Valle de los Caídos. Han logrado que el epíteto ominoso de la "Anti-España" sea algo absolutamente literal (científico). Este es un país único en el mundo, con la suerte de que los que se sienten españoles o no tienen el más mínimo problema con serlo, son aún más que los antiespañoles fanáticos. En general, hay más españoles sicológicamente normales que los acuciados y sedientos de odio agónico. El caso sicótico de Willy Toledo. El auto-odio puede ser más potente que el odio. Los catalanes han necesitado siglos para descubrir a finales del siglo XIX que tenían "hecho diferencial", que es el equivalente a la gracia de Dios en la gran transferencia de la religión a la del nacionalismo.

Las manifestaciones de los historiadores Kichi y Ada Colau contra el genocidio en Hispanoamérica les desborda. Algunos expresan a la perfección sus deseos más inconfesables. En un gran proyecto de codicia y evangelización, jamás podría proponerse el genocidio. Más que nada porque no saldrían las cuentas. ¿A ver cómo lo logras? No sé si Colau y Kichi han oído hablar de Todorov, me da que no, que en su último libro escribe sobre el genocidio español de forma objetiva, por tanto muy matizada. Como la realidad es compleja y no pura, hubo de todo, como ha habido en todo el mundo (lo explicaba muy bien Pomares en este periódico). Estaban los decretos de la reina; Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, las epidemias... Los aztecas sacrificaban a decenas de miles en sus ritos seguidos de canibalismo. En general, aquellos pueblos también exterminaban, y no eran angelicales. Era muy distinto al paraíso. Eso solo necesitan pensarlo los que literalmente viven en un relato de odio.