Ni fotos ni nombres. Son las condiciones que ponen sus protagonistas para poder contar las historias que se esconden detrás del asentamiento chabolista ubicado en el entorno de pabellón Pancho Camurria. La desconfianza da paso al diálogo y las confesiones gracias a la mediación de la activista Ana Mendoza. Quieren hablar porque se sienten "doblemente marginados". Por su problema de tener que vivir en la calle y por el estigma que entienden "injusto" de meterlos en el saco de "vagos, drogadictos y delincuentes". Las palabras que más repiten son "dignidad" y "reunificación familiar". Son las entre 21 y 23 "realidades" escondidas detrás de las puertas de las 19 casetas levantadas en este descampado de Santa Cruz.

"Reunificación familiar" piden Yeray y Yarima. Él tiene tres hijos y ella, dos. Trabajan durante la semana y los sábados y los domingos "residen" en el poblado. Son la excepción porque casi todo el mundo aquí vive solo. La gran mayoría, por elección.

"Desde la UMA (Unidad Móvil de Acercamiento) nos dicen que el límite para tirar esto es fin de año, por mucho que digan que no", señalan los jóvenes. Lo corroboran Domingo, Mohamed (magrebí), Moisés (subsahariano) o Ventura (del país). Este último llegó desde la Celgán y está "cansado de oír promesas. Queremos soluciones". Ya son más de doce las personas reunidas en torno a Ana Mendoza y el visitante en una mañana ventosa y con una fina lluvia, preludio de un invierno que presumen "muy duro".

¿Cuáles serían esas soluciones? Aportan toda clase de argumentos, pero puede resumirse en uno: "Un chabolo, una habituación limpia con techo y cama, cocina, comedor y baño, y me voy ya". Pero rechazan, en general, el piso compartido, aunque no lo descartan del todo en algunos casos. Sí se muestran dispuestos a pagar "una renta razonable porque no tenemos nada. Si hay que pagar 50 euros, se pagan".

Niegan los sambenitos: "De vagos nada, yo soy soldador y aquí todos tienen un trabajo. Hay carpinteros, pintores, chatarreros... pero en el paro. Yo voy cada mes a sellarlo como la mayoría".

Las parejas (hay dos) están apuntadas "en la lista de Viviendas hace tiempo", aunque "prácticamente todos lo estamos ya de una u otra manera". Insisten en que "tienen nuestros expedientes y dicen que conocen la situación de cada uno de nosotros. Pero lo único que hacen es estudiarlos y hacer un seguimiento".

Acaban exigiendo a coro "que vengan el alcalde o el concejal de Asuntos Sociales en persona a conocer la situación real. Y luego que actúen en consecuencia".

Ana Mendoza reflexiona en este sentido para concluir: "He hablado hoy (ayer) con la concejala de Seguridad. Me remite al de Asuntos Sociales. Lo llamé a las 11 y me contestó con vaguedades a las 8 de la noche".

Al Albergue, "no"

"Es ahí dentro donde se delinque. Se venden medicinas o droga", señalan en referencia al Centro Municipal de Acogida, el Albergue, ubicado enfrente. Tienen claro que "ahí no vamos (la mayoría ha estado) porque para dormir hacinados en el suelo 50 personas, mejor nos quedamos aquí". Otra reflexión: "Entre las ocho de la mañana en que sales y las ocho de la noche en que entrarías a dormir, hay muchas horas. Aguantar en la calle es algo muy complicado y por eso la gente se refugia en muchas ocasiones en las drogas. No está bien, pero...".