¿Existe el tiempo para el olvido? Yo diría que no, porque jamás podremos olvidar a los grandes hombres, o a las grandes mujeres, artistas, poetas, investigadores o descubridores, que pese a su juventud, nos dejan un valioso legado, no sólo poético, o de las artes antedichas, sino de fortaleza ante la adversidad, de valentía, ante las zancadillas de la vida.

Hoy recordaremos a un hombre de claro pensamiento, hasta hace poco desconocido al menos para mí, pero que ha calado en mi interior como si lo hubiese conocido desde siempre. Hablamos de don Juan Horacio Díaz y Díaz (1924-1950). Apreciamos su corta existencia, pero también su larga trayectoria literaria; poesías, cuentos, comedias y novelas, salieron de su pluma, dejando entrever gran parte de su vida en todo ello.

Jamás podré agradecer al sacerdote don Norberto Vicente García Díaz, párroco de la iglesia capitalina del Sagrado Corazón, sobrino de don Juan Horacio, el haberme facilitado toda la información que necesito para traer de nuevo al recuerdo de todos, a uno de los personajes del Sur de mayor relevancia, no sólo de su época, sino leyendo parte de su obra diríamos que sobresale en este año de 2015.

Huérfano de padre, don Juan Horacio Díaz, se estableció en Santa Cruz de Tenerife, dejando su Fasnia natal, a la cortísima edad de dos años, donde transcurriría ya para siempre su vida.

Don Juan Horacio fue el quinto de seis hermanos, hijo de don Juan Díaz Cruz y doña Laureana Díaz Cruz. Su familia era bastante conocida, puesto que destacaron no sólo como buenísimas personas, sino en la sociedad del momento. He leído y releído la trayectoria de su familia , primos, tíos y hermanos, han destacado con cargos dignos de elogio, y, que no apuntamos en este artículo para facilitar el espacio o lugar, en La Prensa.

Destacaremos al unísono, la figura de su madre, doña Laureana Díaz Cruz, que quedó viuda con seis hijos, el menor, contaba sólo meses; cómo esta mujer trabajaba de sol a sol, calando, trabajo éste, muy apreciado en aquella época.

El primer contacto de don Juan Horacio con las letras fue en el Asilo Victoria de Santa Cruz de Tenerife, más adelante acudió a una academia particular situada en la plaza Weyler, donde prosiguió sus estudios que él mismo se pagaba con su trabajo. La providencia hizo que una familia compuesta por don Virgilio Díaz Llanos y su esposa doña Emma Martínez de la Torre, aseguraran los estudios y las aficiones de nuestro protagonista.

Pero también saboreó en su corta vida, el fracaso sentimental, el amor puso en su corazón notas muy tristes que él iba vertiendo en sus poemas con finura, con dolor y esperanza. " El dolor nunca es estéril y a cada golpe de hacha, el alma, como el sándalo, exhala perfumes y guarda esencias para ofrecerlas a otros". Toda su obra cierne una ironía que va desvelando su propio existir. El poema que titula "La he besado" nos habla con claridad de sus sentimientos, pero el que de verdad nos entusiasma, es el que titula "Íntima". Todo lo hermoso de la poesía está condensado en él. Cada verso nos hace temblar de emoción, tal es la belleza que encierran, sólo la pluma de un escritor como nuestro protagonista describe la obra del Creador con todo ese encanto y esa magia que emana de su arte.

"Es tarde. Solemne / las cosas callan / pesado silencio / gravita en el alma... Y allá en el Poniente / se enciende la fragua /que convierte en oro / las nubes de plata. -Nubes que desflecan / sus guedejas blancas-. Es tarde. Solemne / el alma calla. / Solo lentamente / suenan las campanas... ¡Ya todo el Poniente / es un mar de sangre!

En estos versos vemos la influencia becqueriana, poeta que leyó muchísimo. Igualmente en este otro, donde se refleja la presencia lorquiana, otro poeta entre sus preferidos. "Sobre mi caballo negro / que el río se está mirando / iremos por los caminos / borrachos de sueños vanos./ Virgen de nácar, yo sueño / -por estos senderos largos- / bajo el astro de la noche / estarte siempre esperando. / Tenerte cerca y sentir / el calor que dan tus manos / -y al final de nuestra marcha / oler yo también a nardos-". Qué talento e inteligencia apreciamos en estos versos: "Y al final de nuestra marcha / oler yo también a nardos" ¿Es qué puede haber mayor belleza?

Nos hubiese gustado escribir y escribir todo el inmenso contenido de su obra, es indudable, su talento, como ya hemos dicho, y la sensibilidad que este joven poeta ha dejado en su prosa, en sus poemas, en sus novelas... Belleza y sentimiento a tope enmarcaron sus pasos, esos pasos cuajados de fe, que hicieron que la hora de su muerte, fuera un encuentro con Cristo, rezando el Padrenuestro en su último aliento.

Hombres como don Juan Horacio Díaz construyen los marcos donde se encuadran los pueblos y las naciones.