La lluvia ha vuelto a poner en evidencia las carencias que sufren determinadas infraestructuras de las Islas. Las imágenes que se han podido ver estos últimos días de lo ocurrido en Gran Canaria dejan lugar a pocas dudas. Quizás por ello, tiene más importancia la información con la que abría EL DÍA su edición del lunes, que hacía referencia a la inversión y actuaciones llevadas a cabo por el Ayuntamiento de Santa Cruz, tras la tormenta "inesperada e intensa" que cayó sobre la capital tinerfeña hace un año. El objetivo, estar preparados para futuros temporales de agua, eliminando en la medida de lo posible los "puntos negros". No obstante, hay que ser conscientes de la complicada orografía de la ciudad y que, como bien recordaba el alcalde, José Manuel Bermúdez, "el agua busca su camino". De momento, aunque todavía hay aspectos que corregir y la intensidad de las precipitaciones de estos días no es comparable a la de otras ocasiones, se puede afirmar que se ha pasado la prueba. Más de 18 millones de euros invertidos y 1.200 acciones tienen la culpa. Ahora bien, que nadie se lleve a engaño y se confíe, pues la frecuencia con la que se repiten estos fenómenos debe llevar a todos, las autoridades públicas las primeras, a respetar el territorio y planificar teniendo más en cuenta la meteorología.

Otra cuestión puesta en duda esta semana es la de las alertas. Mientras un sol radiante, espléndido, se reía el viernes, sobre el cielo de Tenerife, de la alerta de tormenta, los padres juraban en hebreo por la suspensión preventiva de las clases. Los meteorólogos se están convirtiendo en ese oscuro objeto de deseo de muchos ciudadanos (del deseo de tirarles los trastos a la cabeza). Pero como decían los viejos de antes, las pencas no dan plátanos. O dicho de otra forma, no le pidan peras al olmo. Canarias es un archipiélago en el que incluso dentro de una misma isla se pueden encontrar varios microclimas. No es la primera vez que hay gente bañándose con un intenso calor en las playas de Adeje mientras otra se está pelando de frío en las faldas del Teide o aguantando un palo de agua en La Orotava. Parte de la belleza de las islas consiste precisamente en esa diversidad. Así que no se le puede pedir más exactitud a las previsiones del tiempo de la que en los últimos años vienen dando.

Es cierto, también, que se podría afinar más. Entre El Hierro y Lanzarote hay la misma distancia, más o menos, que entre Madrid y Barcelona. Y cuando se declara una alerta por tormentas en Cataluña, a nadie se le ocurre extenderla a Madrid. Dicho de otra manera, habría que insularizar más las medidas preventivas en función de donde se detecten los posibles riesgos. El viernes hubo islas donde las precauciones tomadas por la llegada de una tormenta fueron ridículas. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Aquí parece que no hay medida. O se quedan cortos o se pasan. No hay término medio. O no se prevé nada, y cogen a todos con los pantalones bajados, o se ponen histéricos y se convierte un fenómeno local en una alarma global. No estaría de más que alguien le echara una pensada a esto de las alertas y a lo distintas y distantes que están unas islas de otras. Ni tampoco que el Estado dotara al Archipiélago de los medios que precisa teniendo en cuenta la singularidad de este territorio.