El mundo laurea al nuevo premio Nobel, el escocés Angus Deaton, el cual lanza a los cuatro vientos que la vida es mejor ahora que en cualquier momento de la historia para, inmediatamente dejar caer que, tras ocho años de crisis, el mundo está agotado.

O lo que es lo mismo, la desigualdad de clases se está convirtiendo en crónica y no hay fuerza ni medios para solucionarlo.

Una prueba de ello son los quinientos mil parados que retiraron en España la friolera de dos mil quinientos millones de euros de sus pensiones privadas en los últimos ocho años, para afrontar una situación de necesidad sobrevenida por la crisis.

Aun me asombra como los sindicatos, entre otros, pueden estar en contra de que las familias dispongan de un fondo de pensiones privado que les permita afrontar una situación triste y dura, y que no tengan una única pensión pública a veinte, treinta o cuarenta años vista, cuando necesitan un plato de comida en el día de hoy.

Sin trabajo no hay esperanza de futuro y sin trabajo no hay sostenibilidad del estado del bienestar.

Pero, si analizamos bien los datos en España, los empresarios aportamos a la Seguridad Social un 29,9% de los salarios que pagamos. Los mayores aportadores del mundo. Y los trabajadores pagan un 6,35% de su remuneración. Los que menos contribuyen en el mundo.

Algo falla cuando cada vez hay más economía sumergida para eludir una carga contributiva que cada vez se hace más insoportable.

Por eso, cuando Europa nos llama la atención y no cree que podamos cumplir con el compromiso para reducir el déficit público, y que dejemos de hacer política económica con minúscula, deberíamos recordar la locura que padecimos recientemente, con el alza de la prima de riesgo en nuestros bolsillos, o las angustias que pasamos cuando era prácticamente imposible, adquirir liquidez en los bancos ni con las mayores garantías.

pedroa@ceoe-tenerife.com