Sociólogos, psicólogos, filósofos y académicos han inundado la teoría política de reflexiones sobre el poder. Sin embargo, nos ha llamado siempre la atención una frase dicha por Foucault en la que pone de manifiesto que "el poder se encuentra en todos los sitios porque no proviene de ningún sitio".

Si nos situamos en esta tesitura, nos alejamos de la concreción del poder político, sobre todo de algunos que no se sentirían personas, que se verían disminuidos a la mínima expresión -según la psiquiatría-, al percibir que el halago, el reírles las gracias y perder de vista a aquellos que embobados les aplaudían en todo, aunque fuera el gran dispararte, han huido. Se han alejado del que ha perdido el poder, como no sirven, se les arrincona, nadie los considera, ni a nadie importan, porque han cedido sus puestos a los que ahora son protagonistas del aplauso y de las reverencias de los demás, que medran en su entorno para sobrevivir con las migajas del poder, porque, de otra manera, no solo serían indigentes mentales sino sociales.

El grave problema está en saber distribuir el poder, ya que cuando desde las máximas instancias políticas este es omnímodo y propiciado por dictadores ocultos, que pasan por demócratas de toda la vida, donde su intencionalidad política, traducida en la toma de decisiones, se inclina más hacia un lado que a otro, más al dictado que al consenso, esto provoca un acentuado problema de las relaciones políticas entre los iguales y más aún ante los ajenos.

¿Y esto se produce en la actualidad? La percepción es que sí, además de manera descarada.

Un ejemplo cercano y que atañe al bienestar de la gente y es productor de angustias y desasosiegos es el de Merkel. La mandataria alemana ha decidido infringir austeridad y derroche de malestar a ciertos países. Se dirá que sus decisiones se han tomado dentro del escenario del debate entre sus asesores, el Banco Europeo y los que manejan los dineros. Se dirá que se ha discutido y que la posición de Alemania ha sido la coherente y aplaudida por el resto.

Pero lo que nos llega es que es una acción política tomada por la tozudez de una gobernante, imbuida por sus mesianismos ocultos y creerse una iluminada.

No nos cabe la menor duda de que el poder no solo ciega sino que, como este que refiero, se pone en practica para asombrar al mundo, para atemorizar a gran parte de la sociedad y hacer llegar la soberbia y la tozudez del que ha metido a la civilización occidental por medio de una dictadura, en un callejón sin salida, aunque sus aliados políticos pregonen lo contrario, los que hoy la adulan pero que mañana ni se acordaran de ella.