Estas navidades nos vamos a comer el turrón entre sondeos y encuestas políticas que constituyen la salsa de toda campaña electoral que se precie y que nos conducirá, se supone, a tener algo más claro la intención de nuestro voto. Ya sé que hay quienes ya lo tienen decidido desde hace tiempo -algunos de toda la vida-, porque, o bien son claramente de derechas o bien claramente de izquierdas; y este posicionamiento muchas veces inamovible nos ha llevado durante años a crear un bipartidismo que hasta ahora se ha venido relevando, con más o menos acierto, en el ejercicio del poder.

Pero, al parecer, y si hacemos caso a las encuestas, eso tiene los días contados; porque desde hace algún tiempo han aparecido en la escena política otros grupos -principalmente Ciudadanos y Podemos-, que tienen vocación de romper dicha dualidad política; lo que no está tan claro es si en el futuro inmediato, ese reparto de escaños pasará a repartirse entre tres, cuatro o más actores principales; pero si hacemos caso de lo que ha sucedido recientemente en las elecciones catalanas y, sobre todo, si nos dejamos llevar por el sentido común, el futuro político de España pasará a ser una cosa de tres.

Y ya saben ustedes lo que sucede en política cuando manejamos tríos, que si no se definen desde el principio, mayormente si el tercero en discordia es quien decide hacia donde ha de recaer la victoria, pues como que da la sensación de que, independientemente de quien gane en las urnas -principalmente si no obtiene mayoría absoluta-, el que más se deje querer o el que más tenga que ofrecer será el que obtenga el apoyo necesario para alcanzar el tan anhelado poder.

Dicho de otro modo: el 20-D todo puede suceder. O no. El caso es que en España, en política, todos nos conocemos; y ya sabemos por pura y dura experiencia, que la mayoría de los políticos anteponen sus intereses personales, ideológicos y hasta de partido, antes que los intereses colectivos de sus conciudadanos; y no digamos ya de su propio país. Aquí todos somos muy demócratas, al menos sobre el papel; pero a la hora de la verdad lo que realmente cuenta es alcanzar alianzas -aunque sea con "el diablo"-, con tal de que el "enemigo político" no llegue al poder.

Los hechos cantan: ya lo hemos visto recientemente en las últimas elecciones municipales y autonómicas donde, a pesar de que el Partido Popular las ha ganado en su inmensa mayoría, las izquierdas de este país liderado por el PSOE, con el apoyo silente y cómplice de los partidos emergentes, no han respetado la lista más votada y se han unido para arrebatarle el Gobierno a lo que ellos denominan "la derecha". Por lo que, siguiendo este ejemplo práctico, es más que evidente que, aunque como vaticinan las encuestas y sondeos ganara el Partido Popular, éste, no formaría Gobierno, ya que se supone -y según dichas encuestas- no obtendría la mayoría absoluta. Así de simple.

Y, siguiendo con las previsiones y sondeos publicados hasta ahora, volverá a ser Ciudadanos -que se supone que dice que son "El Centro" -, quienes tengan la llave del futuro Gobierno de la nación. Está claro que estos se dejarán querer; escucharán y exigirán esto y lo otro y lo de más allá, e incluso marearán la perdiz a su propia conveniencia hasta que terminen poniendo el huevo. El problema es que no se trata de algo baladí; nos jugamos el futuro: el continuar por la senda del crecimiento, de la cordura y de la batalla contra el paro y la corrupción, intentando mejorar de verdad la libertad y la vida de los ciudadanos o nos enzarzamos en disquisiciones coyunturales sobre el sexo de los ángeles sin aportar ni una sola idea sobre qué es hoy España y cuales son realmente sus principales retos y problemas. La solución el próximo 20-D.

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