Joseph Roth, el gran escritor austrohúngaro judío, murió en París en 1939. Era de Galitzia, región compartida por Polonia y Ucrania. Murió alcoholizado en los muelles del Sena, no sin antes "autobiografiarse" en "La leyenda del santo bebedor". Tuvo incluso suerte, escapó a la invasión nazi. A su entierro en el cementerio parisino de Père Lachaise asistió una fauna variada, desde comunistas a monárquicos del imperio austrohúngaro y el oficio religioso fue celebrado por un sacerdote católico y un rabino.

Los judíos, al constituir una nación sin territorio, se sentían extremadamente cómodos en el imperio austrohúngaro, donde tenían cabida. Cuando las nacionalidades, tras la caída del imperio, comenzaron a hacerse monolíticas y cerradas, les faltó espacio para poder ser iguales, de ahí que Roth y muchos judíos fueran nostálgicos de aquel imperio. No de forma distinta vivieron los judíos la desmembración de Yugoslavia, por la ebriedad nacionalista de eslovenos, croatas, serbios... ellos resultaron los únicos yugoslavos, porque también tuvieron sitio.

Al provenir yo de una familia nacionalista vasca, ya desde niño oía aquello de la "Europa de los pueblos", en donde Euskadi encontraría cobijo y lugar en el más perfecto orden natural. Sin españoles, por supuesto, que no daban la talla. En contra de lo que se cree, los entes naturales "naciones", son siempre posteriores a reinos, estados, imperios, ciudades-estado... ya que se trata de un invento del romanticismo alemán y, especialmente, de Humboldt, Herder y el francés Loti en el caso étnico por excelencia: el vasco. Eran entes tan naturales que no se enteraron de ello hasta finales del siglo XIX, gracias a cuatro poetas menores y tres novelistas mitómanos. La arqueología del nacionalismo no precisa del carbono 14, basta una bayeta para quitar el polvo.

Los campos de exterminio, los grandes desplazamientos de población, las violaciones masivas (Balcanes) son obra del nacionalismo en Europa, sin una sola excepción. Debemos incluir el Gulag y las hambrunas genocidas de soviéticos, quienes para ganar la guerra catalizarían el sentimiento de "gran nación" ruso.

Aquí se podían haber conformado con un nacionalismo cultural, sin salirse de Herder, pero el paroxismo emocional, la irracionalidad, el arrebato mítico han roto con todo, con los valores propios de nuestro tiempo como son la complejidad, inclusión, mestizaje, pluralismo... Han logrado hacer del nacionalismo español (del único y periférico) una amenaza para Europa, para su unidad y valores. Ya saben ahora todos que la unión europea depende de la unidad de España,