La libertad de expresión es el derecho que toda persona tiene a expresar sus pensamientos, ideas u opiniones mediante la palabra, la escritura o cualquier otro medio de reproducción, como por ejemplo, a través de las redes sociales. Esta libertad está garantizada en la Constitución Española como derecho fundamental y guarda íntima relación con otras libertades, como la ideológica, pues, obviamente, con base en la libertad de expresión se formulan todo tipo de ideologías o creencias y se opina sobre las mismas, defendiéndolas o cuestionándolas.

El derecho a la libertad de expresión tiene su origen en la Revolución Francesa; su defensa, desarrollada entre otros por Montesquieu, Voltaire y Jean-Jacques Rousseau, estuvo inseparablemente unida a la de otros derechos, a fin de evitar la censura y permitir la libre difusión de las ideas. Es decir, la libertad de expresión ha sido consagrada como una de las libertades básicas desde los primeros triunfos de la democracia.

La libertad de expresión es, por consiguiente, la expresión suprema de la libertad, sin embargo, como cualquier otro derecho, debe ejercerse con responsabilidad y conlleva ciertas obligaciones. No se trata de un derecho obsoleto, ya que su límite aparece cuando se vulneran los derechos de otras personas. Así, el uso de ciertas palabras u opiniones puede atentar contra el derecho del honor, las creencias religiosas o la integridad moral de otros, también recogidos en la Constitución Española.

El derecho a la libertad de expresión también queda limitado y hasta excluido, cuando se hace uso de expresiones o comentarios que supongan una incitación al odio, injurias, calumnias, apología de la violencia, etc. En este momento, la libertad de expresión deja de ser un derecho y puede pasar a ser una infracción penal castigada por la justicia, pues no puede entenderse que quien hace uso de dicha libertad está autorizado para atropellar los derechos de otros miembros de la comunidad.

Varios son los textos legales en los que se recoge el derecho a la libertad de expresión, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art. 19), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Art. 19.2). La Constitución Española (Art. 20).

Todo este exordio viene a colación a raíz de los exabruptos y las injuriosas declaraciones que en su perfil de Facebook realizó el repulsivo actor Willy Toledo el pasado día 12, "Día de la Fiesta Nacional", al defecar su diarrea mental sobre el Descubrimiento de América, los conquistadores, la monarquía y sus monarcas, y hasta en la Virgen del Pilar, patrona de Aragón y de la Guardia Civil, ofendiendo con su hediondas palabras a todos los españoles y a cuantos no piensan con el culo como él nos tiene acostumbrados.

Con esta, mi opinión, no pretendo recortar en lo mas mínimo el legítimo derecho a la libertad de expresión. Todo lo contrario, deseo proclamar mi firme convicción de que la libertad, en todas sus facetas, es indispensable condición en una auténtica concepción democrática. Ahora bien, con la misma energía quiero defender el sacratísimo e inviolable derecho al honor y a la dignidad personal, repudiando, por ilegítimo todo ataque a los mas preciados e íntimos sentimientos que conforman la integridad moral del ser humano, cuyo honor es patrimonio del alma.

Me gustaría decirle a Willy Toledo que ha ofendido gravemente a los aragoneses y a la Guardia Civil, entre otros, que veneran por patrona a la Virgen del Pilar. Aunque, tal vez, esta crítica no sirva para acallar las hediondas vaharadas y defecaciones de su disolvente visceralismo antiespañol. Ud. puede opinar lo que quiera, ya que está en su derecho, lo que no puede hacer es sustentar sus opiniones sobre injurias porque eso no es legítimo, es indigno.