Por un principio elemental de seguridad alimentaria, las informaciones que ofrecen las administraciones públicas deben ser fiables y ciertas. El ejemplo de lo que pasa cuando un Gobierno vende una ensaladilla informativa con salmonela es lo que le ocurrió al último Ejecutivo de Aznar cuando atribuyó torpemente la matanza de los trenes de Atocha a la banda terrorista ETA. Fue un excremento político que terminó dando con las cejas de Zapatero en La Moncloa.

La desaparición del segundo helicóptero Puma del Servicio Aéreo de Rescate que cae en aguas cercanas a Canarias -van dos, digo yo que habría que hacérselo mirar- ha sido el perfecto ejemplo de cómo no se debe construir una información oficial. Porque incluso peor que no decir nada es decir cosas equivocadas, confusas y poco creíbles.

El Ministerio de Defensa tiene algunos precedentes en lo tocante a desorientación informativa. E incluso geográfica. No hay más que recordar a Trillo gritando apasionadamente ¡Viva Honduras! ante una sorprendida concurrencia de militares de El Salvador. Que es como animar al Barça en el palco del Madrid. Y el tratamiento informativo de la tragedia de los 62 militares muertos en el accidente del avión Yak en el que regresaban a España también fue para olvidar.

Pero lo del siniestro del helicóptero, si alguien no demuestra lo contrario, le deja a uno estupefacto. Primero porque desde fuentes oficiales se dio por sentado que los tres militares que tripulaban el aparato habían sido rescatados -que si por un pesquero marroquí, que si por una patrullera...- cuando finalmente se comprobó que la información no era cierta. Después porque en informaciones de prensa se recogieron declaraciones del ministro Morenés (aún no desmentidas) en las que se indicaba que se tenían fotos que mostraban el helicóptero flotando y que no había sufrido grandes daños.

Las confusas informaciones han teñido este caso de surrealismo, aunque haya terminado trágicamente. El hallazgo de los tres cuerpos de los tripulantes dentro de la cabina ha sido una odisea. Los tripulantes llevaban chalecos y relojes con GPS que solo dejan de funcionar a cierta profundidad y habían dejado de emitir señales. Eso hacía pensar lo peor. Pero la tripulación de un barco holandés que se puso al costado del aparato y que intentó mantenerlo en la superficie aseguró que no había nadie a bordo del Puma. ¿Estaban allí los tripulantes y no los rescataron?

Aunque los restos del helicóptero estaban solo a cuarenta metros bajo el agua, ni los buzos de la Marina ni el mismo robot que sacó imágenes exactas de una pequeña grieta del pesquero ruso Oleg Nevdeyev, a varios kilómetros de profundidad, habían dado noticia alguna de si había o no cuerpos dentro de la cabina.

La incertidumbre se acabó anoche. Estaban allí. Los falsos rumores, noticias y testimonios se evaporaron ante la cruda realidad. Otro Puma del SAR se ha tragado tres vidas. Se ha tardado demasiado tiempo y se han dado pésimas informaciones oficiales. Ayer el ministro Morenés ofreció una brevísima rueda de prensa que, honestamente, a algunos no nos explicó nada de nada excepto lo más obvio.