Yo no sé ustedes, pero a veces me pregunto si en el país en el que vivo la gente está bien de la azotea. O si nos falta un agua. La semana que dejamos atrás nos deja la imagen de dos padres adoptivos condenados por asesinato. Un jurado popular decidió por unanimidad, en uno de los juicios más mediáticos de los últimos tiempos, que la niña Asunta Basterra fue asesinada por sus padres, Rosario y Alfonso.

La niña adoptada fue sistemáticamente drogada con lorazepam, sufrió un primer intento de homicidio (que anotó en su diario como una pesadilla, convencida por sus padres) y al final fue dopada hasta perder el conocimiento y muerta por asfixia. Su cuerpo fue abandonado en la cuneta de una carretera del monte. Los autores de este homicidio fríamente planificado fueron sus propios padres a tenor de las pruebas que se han manejado en el juicio. ¿Cuál será la condena? Pues de dieciocho a veinte años como máximo.

Un alcalde de un pequeño pueblo de Canarias contrató ilegalmente a una persona próxima en una ludoteca municipal. Se gastó unos 7.000 euros de dinero público en el salario de la familiar. Fue condenado a devolver el dinero y además a cuatro años y medio de prisión.

Una de las dos condenas está equivocada. O una es poco castigo o la otra es demasiado. No sé si es que hemos perdido el sentido común pero quienes se pasan la vida hablando del sentido ejemplar de la justicia deberían reflexionar sobre esta desproporción. El precio de arrebatar una vida humana no puede salir tan barato.

Preguntas sin respuesta. La semana se ha cerrado con un sabor a la hiel en la boca. El segundo helicóptero Superpuma del Servicio Aéreo de Rescate que cae al océano en Canarias se ha llevado tres nuevas vidas consigo. Van dos aparatos caídos en poco tiempo. ¿Mala suerte? Es una forma de llamar a la estadística, cuando eres ministro.

Pero en este caso, además, la crónica del accidente ha estado marcada por la chapuza. El Ministerio de Defensa metió la pata hasta el corvejón con las primeras informaciones que daban por rescatados a los tres tripulantes de la aeronave y tardó un tiempo asombrosamente largo en descubrir el paradero de la cabina sumergida a sólo cuarenta metros de profundidad en aguas cercanas a la costa africana.

La gente se hace preguntas que de momento nadie ha sabido responder. Si es cierto que un barco holandés estuvo junto al helicóptero, mientras estaba flotando, e incluso lo amarró para intentar arrastrarlo, ¿cómo es que no procedió a rescatar a los tripulantes que estaban dentro de la cabina? ¿Estaban ya fallecidos o solamente heridos e inconscientes? ¿Cómo es posible que se marcharan abandonándolos? La respuesta es que los tripulantes del barco holandés aseguran que no había nadie en el helicóptero a quien rescatar. Que estaba vacío. Por eso se marcharon. ¿Cómo pudieron pasar por alto los tres cuerpos dentro de la cabina de la aeronave? ¿Cómo se tardó tanto en encontrarla? ¿Por qué luego se tardó aún más en ver los cuerpos dentro de la cabina si solo estaba a cuarenta metros de profundidad?

El Ministerio de Defensa no ha respondido aún a todas estas preguntas. Pero tendrá que hacerlo. Porque hay demasiadas sombras y muy poca luz en el segundo accidente mortal de un helicóptero del SAR en Canarias.

Pájaro en mano. Otra clase de sombras -en este caso de duda- son las que caen sobre algo que algunos ya celebraban antes de tiempo. Más vale pájaro en mano que ITE volando. Como no podía ser de otra manera en la macarronesia, los políticos y los medios la siguen liando con el reparto los 160 millones que el Gobierno de Rajoy dice que le quiere dar a Canarias en el tiempo de descuento. Pero de momento se están peleando por el olor del hueso, porque aún no hay nada de nada.

Tendrá que reunirse la comisión de transferencias para que tengamos las primeras certidumbres de que el dinero se quedará en las Islas. Con Montoro, cuando se trata de perras, nunca se sabe. De momento el Gobierno ha llevado al Parlamento los presupuestos "del despegue económico" (el que le pone título a los presupuestos parece tener la imaginación de Corín Tellado) que ascienden a 7.041 millones. Como pasa con todos los presupuestos, cuando se liquide ya no se parecerá sino vagamente al original.

Una curiosidad es que el capítulo de sueldos asciende a 2.700 millones. Contando que son 65.000 empleados públicos -según el propio Gobierno- la cuenta de la pata dice que salen a 41.500 euros por cabeza. Y considerando que miles y miles de trabajadores de la Comunidad son casi mileuristas, alguien está rompiendo la media por arriba. O sea, que hay gente que cobra tela. Pero tela.