Todo a nuestro alrededor cambia a velocidad de vértigo. Me pregunto hasta cuándo seguiremos así. No es solo la moda, claro, pero en ella lo vemos muy claramente, ya que el cambio es una de sus características intrínsecas. Aplastados por una cantidad de información que nos llega a raudales, muchos ya empezamos a tirar de freno de mano y a buscar una vida más "slow", es decir, más tranquila. En nuestra vida personal poco a poco lo vamos consiguiendo pero en la vida laboral todavía nos cuesta mucho. Si no estás pisando el acelerador a tope, conectado 24 horas al día, estás "out". Estar al día, o mejor, al segundo, con tus cuentas de Instagram, Twitter, Facebook, Pinterest, Tumblr, etc. y con todas tus cuentas de email es obligatorio y, aún así, te pierdes gran parte de las "novedades". Escondidos detrás de nuestros gadgets y sin tiempo para hacer vida social "de verdad", nos vamos distanciando de la realidad y creando un universo cada vez más virtual a nuestro alrededor.

Y como todo cambia tan rápido, las cosas importan cada vez menos. ¿Sigo hablando de moda? Sí. Y de todo lo demás, también. Es ahí donde entra una jugada de marketing que nos está robando el corazón y de la que hablé no hace mucho aquí mismo. ¿El truco? Emocionarnos. En el mundo virtual matamos y morimos cada día. Ya poca cosa nos llega a emocionar. Pero, aunque pasemos gran parte de nuestro día delante de una pantalla, somos seres humanos. Y seguimos movidos por las emociones. Así que el desafío ahora mismo es hacer que nos emocionemos y, quizás con suerte, hasta lleguemos a la acción, es decir, nos involucremos. Ya estamos un paso más allá.

A partir del momento en el que hacemos algo nosotros mismos, con nuestras manitas ya tan acostumbradas al teclado, algo ancestral se despierta en nosotros. Somos capaces de conectar con algo más allá de la wifi: nuestra creatividad. El gran "boom" de cursos, blogs y tutoriales de DIY es la mejor prueba de ello. Así que la moda, que puede ser muchas cosas pero tonta no es, ya va tomando el camino de involucrarnos en su proceso creativo. Híbridos, que se resumen en un proceso de "lo empiezo yo y lo terminas tú", están a la orden del día, facilitados por las posibilidades tecnológicas, cada vez más asequibles. Y para los que creen que todavía está muy lejos el momento en el que nos pongamos a imprimir un vestido en 3D, os recuerdo que nuestros amados teléfonos móviles son unos jovenzuelos de 20 y pocos años.

Dos ejemplos me han llamado poderosamente la atención en los últimos días. El primero la colección "One Off" lanzada por el colectivo The Pos-Couture. Liderado por el joven diseñador danés Martijn van Strien, el colectivo de jóvenes diseñadores ha lanzado una pequeña colección de seis piezas desarrolladas específicamente para ser producidas por una cortadora láser y montadas por el usuario final. Puedes adaptar las medidas a tu cuerpo y recibir las prendas ya cortadas en tu casa o llevar tu proyecto a un makerspace o a un fablab. Los precios van desde los 40 hasta los 130 euros. Nada mal para un pieza exclusiva y hecha a tu medida, a la que el diseñador define como "post-alta costura". Quizás el material no sea todavía lo ideal, pero tiene sus ventajas. Es plástico reciclado de botellas PET que se puede reciclar de nuevo después de usar. En realidad, uno de los puntos más interesantes de ese tipo de proyectos es que no genera excedentes. Solo se produce lo que se va a consumir y, por lo tanto, no hay sobra de existencias al final de la temporada de ventas. Bingo.

La otra colección que me llamó la atención es la que la diseñadora Vera de Pont presentó hace poco como proyecto de fin de curso en la academia de diseño de Eindhoven. Una colección de cinco abrigos que se entregan en una sola pieza. Cabe al consumidor final recortar en casa con unas simples tijeras el patrón elegido, siguiendo las líneas de corte. La recién formada diseñadora ha creado cinco piezas coloridas, cuatro largas y una corta, que se adaptan al cuerpo y toman forma una vez puestas, no necesitando ningún tipo de costura, disminuyendo costes y simplificando el proceso de producción. Creados en dos versiones, los abrigos poseen líneas de corte serigrafiadas o tejidas, que se mezclan con el estampado, proporcionando al cliente la posibilidad de crear su propia versión según los recortes que haga. Una invitación a jugar de la más placentera, que nos hace recordar los recortables de nuestra infancia y a transformarnos nosotras mismas en muñecas. Si quieres saber más, y ver imágenes, de esos dos proyectos, visita mi blog www.cristina-martins.blogspot.com. Proyectos que unen tecnología, creatividad, sostenibilidad, emoción e interacción parecen ser lo último en moda. Allá vamos.